Cuando creíamos que nos habíamos librado de Johnny Herbert, ha venido Lola Cars a empañarnos la alegría, ya que el británico sigue así ligado al automovilismo deportivo y esto sólo significa que el día menos pensado encuentra hueco y vuelve a las andadas en la categoría reina, Dios no lo quiera.
La FIA se lo quitaba de encima por su tendencia al bocachancleo, aunque he leído como tres versiones diferentes sobre la causa de que Ben Sulayem haya prescindido de sus servicios.
En realidad da lo mismo que la razón haya sido su tendencia a hablar de las interioridades de la Fórmula 1 y su labor como comisario, mientras ejercía de experto para no sé qué canal de apuestas; o debido a sus comentarios sobre algunos pilotos; o por su alineamiento público con el lobby británico en la Federación; ya que las tres hablan a las claras de su falta de profesionalismo. Que Lola le haya pagado el salvavidas tampoco le deja mejor, pues allí tiene amigos David Richards, antagonista confeso de Monsieur le Président.
Lo curioso de este asunto sigue siendo que estos mantas disfruten de tanto entregadito entre la gente mayor, esa que lleva miles y miles de carreras a las espaldas, un decir.
No se le podía cuestionar después de la que lió en Melbourne, ni mucho menos llamarle prevaricador, porque era un tipo honesto que no tenía dobleces, pero los tenía, y en abundancia, y le han pillado con el carrito de los helados y, en consecuencia, lo han fulminado, entre otras cosas, también porque Ben Sulayem anda de limpia con los quintacolumnistas de Richards, pero, fundamentalmente, porque Herbert es un triste.
Os leo.
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