miércoles, 8 de enero de 2025

Verano, verde y ocho


Nada de qué alarmarse. Pet Shop Boys me acompaña desde que enciendo las luces del estudio y me sirvo el primer café, hasta que tomo el último y cierro el pupitre mientras los gatos se despliegan sigilosamente por las entrañas del pueblo con la intención de velar el sueño de todos...

Pasear en invierno con Eileentxu, cuando no han puesto las calles, me supone sentirme el dueño absoluto del mundo. Protegidos por la sabiduría de Orión dibujado en el firmamento, rodeados por un dulce silencio, caminar juntos significa dar cuerda al reloj para que su tic-tac nos acompañe lo que dura el día, y llenar los pulmones con un aire precioso y frío que alimenta de vida y recuerdos cada poro de la piel.

Esta pasada madrugada la luna bailaba descalza la danza de los siete velos, tiñendo de tenue claridad el lienzo sobre la bahía de Gorliz. El mar respondía devolviendo reflejos en tanto sus olas rompían sobre la arena elevando diminutos copos de espuma, y Ana María recitaba entonces: se es de donde se quiere ser y se pertenece a quienes se desea pertenecer, y yo quiero ser de aquí y ahora, y seguir perteneciendo a quienes escogí; y he repetido con ella: soy de donde quiero ser y pertenezco a quienes deseo pertenecer...

Te fuiste demasiado pronto, querida. Era verano, verde y ocho, y quizás sonaba Battiato y los derviches giraban ajenos a las lágrimas y a cuanto dolor sucedía a su alrededor y al tuyo, y a que sus faldas te lloraban en la oscuridad y la luz, flotando como dalias abiertas al mediodía y el sol.

Y todo para quedar prendidos en la memoria de nuestros seres queridos, y ser de donde queremos ser y pertenecer sólo a quienes hemos elegido pertenecer.

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