La imagen de cabecera es vieja —creo que la utilicé en mis tiempos de colaboración con Diariomotor, cuando escribí sobre el enorme esfuerzo logístico que realiza la Fórmula 1 para sacar adelante una temporada—, pero viene al pelo porque también son viejas las artimañas que usa (y abusa) nuestra disciplina con tal de parecer que con un culo puede tapar varias sillas.
Por fortuna hemos crecido como afición y hoy digerimos mal que el deporte ondee las banderas de la sostenibilidad y el medio ambiente, mientras, en el intervalo de tres semanas, se casca un traslado de efectivos, Atlántico mediante, de Italia a los Estados Unidos con vuelta para estar a la hora prevista en España.
Más allá del apunte, tampoco quiero desaprovechar la ocasión de recordar que la cacareada sostenibilidad y el respeto al medio ambiente, ejercen de excusa perfecta para ahorrar en todo aquello que afecta realmente al espectáculo: unidades de potencia limitadas para toda la sesión, ruedas de caca pero baratas, ausencia de medidas de seguridad, en Miami, por ejemplo. El dinero es Dios en nuestra disciplina, nadie lo discute, pero incluso poniendo la cuenta de resultados por delante de todo, sería deseable que, en vez de para vender eslóganes buenistas y llenar los bolsillos de algunos, sirviera realmente para hacer de la F1 un show un poquito mejor.
Sé que es mucho pedir. Os leo.
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