domingo, 6 de febrero de 2022

¿Cómo llegamos a la F1 actual?

Tal y como os prometí [Con Jero (Del «Wasp» al «Phantom»)], una vez pasado el periodo de alojamiento en Twitch y estando el contenido ya en Youtube, tocaba entrada conmemorativa de la conversación que mantuvimos Jero y yo hace un par de semanas.

Vaya por delante que charlar con él siempre me ha supuesto un estímulo y una delicia: le respeto profundamente, me deja hablar, y la esencia científica corre de su cuenta, una bicoca, vamos. Por suerte, para mí, fundamentalmente, nadie me ha mandado (todavía) a pintar de negro neumáticos, como sucedió en Nürbu en 2010 y 2011 y hablaba del Red Bull RB6 por encima de mis supuestas posibilidades. 

Inicialmente la cosa iba de ver conjuntamente cómo se había llegado al BRM P142 de 1969 —la exactitud de la denominación es de cuño british press y reciente, por avisar— y nos enredamos de mala manera haciendo un repaso a las constantes aeronáuticas que se fueron abriendo paso en el automovilismo deportivo.

Soy de letras —de humanidades, como me repetía mi querida Pepa—, y por formación sé que hay épocas de la Historia predispuestas a la eclosión de determinado tipo de fenómenos. Es igual que te apellides Cervantes, Picasso, Aalto, Chapman o Newey, Rudd y Wright en este caso, pues las sinergias dominantes en el momento se acabarán imponiendo igualmente. Eran y son asuntos que sí o sí aunque los recordemos por determinados nombres propios.

El caso es que nuestro mundillo estaba hecho ya a finales de los sesenta del siglo pasado para que la aerodinámica aeronáutica irrumpiera en la Fórmula 1. Había tecnología, se disponía de herramientas y materiales, y, sobre todo, existían ideas que bullían y buscaban abrirse paso entre la vorágine de iniciativas que ya habían visto la luz o estaban a punto de hacerlo. 

Wright y Rudd se llevaron el gato al agua diseñando el primer wing-car de nuestra disciplina, no hay más, o no debería haberlo, pero el caso es que nos remangamos y nos dispusimos a recrear aquel contexto valorando los abundantes antecedentes y sopesando su influencia en lo que sucedía e iba a ocurrir más tarde.

Creo que nos quedó un programa redondo, pero mejor lo valoráis vosotros mismos.

Como siempre, si hay algún error de bulto en el metraje cargadlo a mis espaldas, pues el único pecado imputable a Jero fue el de dejarme abrir la boca...

Os leo.

1 comentario:

ivano dijo...

Muy edificante!!