sábado, 12 de febrero de 2022

For No One

Se ha puesto una noche estupenda para subirse a la MIR y orbitar nuestro planeta compartiendo cuchitril con Lev Andropov. El cosmonauta ruso no es que sea la alegría de la huerta, pero cualquier cosa menos estar abajo, inmerso en esa marea humana cuyos integrantes se mueven como pollos sin cabeza al grito de no sé qué consignas que les han pasado en Twitter, donde, como es sabido, todo el mundo es poeta, artista, prestidigitador, politólogo, inmunólogo y sabio, y donde, además, se libran y ganan las guerras, todas las guerras... sí, sí, también esa.

Era jueves hace siete años pero sigues estando aquí, a mi lado, penando por haberme metido el veneno en vena cuando compartíamos cuarto y, antes de apagar la luz, me hablabas de Ferrari, de Jim Clark, Jack Brabham, Jackie Stewart y el irrepetible Juan Manuel Fangio, sin alcanzar a saber que, con el transcurso del tiempo, más de uno te iba a reprochar haber abierto la boca cuando yo parecía una esponja.

Compré el bendito traje y con él he asistido a algunos bautizos y a más funerales de los que me habría gustado, no al tuyo, claro. Me pilló a contrapié aunque al final tuvo su aquél. Son escasísimas las probabilidades de que se celebren dos entierros a la vez en dos iglesias con parecido nombre y en la misma ciudad, pero allí estaba yo en el lugar equivocado mientras tu sobrino aparcaba, perplejo porque no conocía ni al Tato. ¿Cómo coño iba a reconocer a alguien si a ti te tenían en otro sitio...?

Cogen la anécdota Azcona y Berlanga y montan otra secuela de La Escopeta Nacional.

No quiero que el pretérito me pase por encima, Juliantxu, pero, a ver, te confieso, a veces me dejo mecer por él como si fuese una hamaca bajo el cielo soleado o en una noche tibia plagada de estrellas, y atesoro tantas y tantas cosas que compartimos juntos y de las que nadie sabe, que puedo prometerte, y prometo, que ni a Ana, María y Carlos, ni a tus nietas, les faltará jamás un buen recuerdo sobre su padre y abuelo.

Amama bien. He sorteado su bajona de este año con toneladas de paciencia que desconocía tener, otro tanto del cariño que suele sobrarme y algunos dulces, sobre todo carolinas. Se ha preguntado estos días por qué no pudo darte un último beso y, lejos de razonar con ella, como hacía antes, le he dicho que los padres y las madres siempre besamos a nuestros hijos como si fuese la última vez, porque ellos no piensan en eso y uno nunca sabe si a vuelta de página aparece la palabra Fin...

Donde estés: pon algunas velas por la familia, cabroncete, se te extraña. Y échame una mano con el Andropov éste, a ver si le convenzo de que escuchemos a Paul McCartney en su For No One. Es una solución totalmente coyuntural, pero cualquier cosa menos sufrir un minuto más Twitter, donde se ganan las guerras pero no se vive, que sé que me entiendes.

No hay comentarios: