Estamos en ese momento tonto en que la pretemporada ha terminado y la temporada aún no ha comenzado, y en el que nos echamos en brazos de quien sea con tal de que nos diga lo que queremos oír, sólo lo que queremos oír.
Por suerte para todos la Fórmula 1 no funciona así. Nunca ha funcionado así, ni siquiera cuando se sabía de sobra quién se iba a llevar de calle el campeonato...
Por no satisfacernos no nos llena ni la enésima prolongación de la silly season; tan desgastada está la pobrecita que tampoco da para más. ¿Pedir peras al olmo? ¿Para qué? El pescado de los test de Barcelona está vendido pero nos ha dejado con la miel en los labios. Se van a cambiar muchas cosas para Melbourne, pero ¿qué? ¿¡Qué, qué...!?
Las quinielas dan a Brackley de nuevo ganadora, pero ésta era demasiado fácil, ya me entendéis. Detrás, Ferrari podría hacerlo aunque permanece envuelta en dudas porque Red Bull parece que ha llegado definitivamente... ¿Y McLaren? El caso es que tanta composición de las frases en modo condicional empieza a doler en los riñones. Podría, es posible, parece, da la sensación, yo juraría...
Lo que está claro es que ni lo hemos visto todo ni lo veremos al menos hasta la primavera, y como poco. Hasta ese instante todavía hay muchas cosas que ajustar, que comprender, que probar en cada escudería. Y luego está la pista, ese campo de batalla en donde las bolitas de cristal pierden toda su razón de ser porque pasamos a los hechos, a los errores cometidos, a las hazañas, a los casi, a los fríos números que empezarán a sentenciar la bondad o perversidad del devenir de la temporada.
Todo los años es lo mismo, y siempre me pregunto por qué nos empeñamos en que sea otra de otra forma si la Fórmula 1 no funciona así.
Os leo.
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