Salmo 121

No tengo la menor duda sobre lo que le está pasando a Jenson Button, pues a mi modo de ver no tiene relación con la presión que puede estar soportando, y sí está relacionado con las carencias que aquejan a los pilotos desde que la electrónica y la telemetría vinieron a rellenar artificialmente los huecos que dejaba un maduración excesivamente temprana en aras del negocio.

Desde mediados de la década de los 90 del siglo pasado, el tacto, esa especie de sensibilidad especial que se adquiría a base de experiencia, ha sido sustituido por una serie de aditamentos externos que han convertido a los pilotos en meros conductores de monoplazas. Dicho así suena extremadamente sencillo, si me apuráis, puede que incluso idiota, pero hasta ese momento relativamente cercano en el tiempo, los hombres que se jugaban los cuartos en el asfalto eran una mezcla más o menos homogénea de habilidad al volante y comprensión mecánica. Desde luego que habría que matizar esta sintetización, pues las diferencias entre unos u otros comportamientos en pista eran claras y ponían de relieve de qué pie cojeaba cada uno de los hombres que iban a bordo de cada vehículo, pero en términos generales la cosa vale, porque el que más o el que menos se apoyaba en lo que mejor conocía para salir airoso.

La incorporación de los apoyos electrónicos, de las telemetrías, de los controles de tracción y frenada, incluso la aparición de los pilotos probadores como elementos indiscutibles e imprescindibles dentro del corpus de cada escudería, ha ido trasladando la responsabilidad del hombre a áreas ajenas a él, difuminándola, en definitiva, quitándosela de las manos al tipo que a fin y a cuentas tenía y tiene que vérselas con el coche en cuanto el semáforo se pone en verde.

Lo he comentado muchas veces, así que no es momento de repetirme, pero a mi modo de ver ha habido un claro retroceso en cuanto al estilo de conducción desde hace diez años para aquí.

Si por un lado tenemos a Lewis Hamilton o a Kimi Raikkonen como claros exponentes de la falta de comprensión mecánica con buenos resultados, al otro tenemos a Felipe Massa, Robert Kubica o Fernando Alonso, capaces todos ellos de compensar las carencias del vehículo que conducen porque lo comprenden. Desde mi óptica, Jenson Button formaría parte del primer grupo y Rubens Barrichello, su compañero, del segundo, cuestión que justificaría de sobra la diferencia que se ha mostrado esta sesión desde Turquía. El Brawn GP no es el mismo coche de principios de temporada y necesita un algo especial que sólo el brasileño es capaz de aportar, y que origina que el británico parezca en exceso ramplón.

Sin caer en dramatizaciones, creo que lo que estamos contemplando es el enfrentamiento entre las dos formas vigentes de entender el mundillo. Una, inconsistente, liviana, con lagunas difícilmente superables más allá de lo que sugiere el ingeniero de turno o haya recomendado el correspondiente simulador o incluso el probador. La otra, consistente, suple las lagunas exsitentes a base de calidad e intuición, a pesar de las recomendaciones del personal y de las frías estadísticas y cifras que vomitan los ordenadores. Una débil, la otra como debería haber sido siempre si la presión del status quo dominante no hubiera tendido a la rápida amortización de las inversiones.

No, no veo a Jenson aplastado por la presión, pero sí incapaz de solventar los contratiempos, porque ese ha sido siempre su talón de Aquiles, el mismo que aqueja a más de la mitad de los componentes de la actual parrilla.