Sombras sobre Maranello

Lo de ayer estuvo muy bien, pero para la galería. Cuando las aguas lleguen un poco más mansas será tiempo de valorar correctamente este año nefasto para La Scuderia, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de ser uno de los primeros en apuntar con dedo acusador, pues ya en marzo pasado aventuré que esta temporada podía convertirse en lo que se ha convertido.

Con el ruido posterior a Interlagos todavía fresco en la cabeza, resulta complicado decir que la Ferrari de 2008 ha sido una de las Ferrari más débiles que recuerdo, pero tengo que hacerlo.

La falta de fiabilidad en momentos cruciales, la constante carencia de liderazgo, los innumerables errores en estrategia, la ausencia de ideas claras a lo largo y ancho del año, lo penoso de algunos comportamientos exteriorizados por Massa y Raikkonen (más por este último), han originado que la de Maranello haya regalado un título que tenía en el bolsillo, y para afirmarlo me remito al éxito cosechado en el mundial de constructores, que aunque suene a premio de consolación (en realidad lo es), no deja de delatar que Ferrari no ha tenido una oposición seria sobre el asfalto, ya que McLaren había tirado la toalla hace demasiado tiempo.

Dicho esto, en cuanto se disipen los ecos de la gesta brasileña, si no antes, Montezemolo debería plantearse seriamente si es ésta la Ferrari campeona que merecen los tifosi, o si por el contrario, se va a permitir el lujo de perder otro año más intentando rubricar la nobleza de un proyecto que ya fracasó en 2007, porque cabe recordar que el año pasado el mundial de constructores se lo regaló Ron Dennis con la estúpida historia del espionaje, y el de pilotos también, al apostar por un novato, y que éste le ha vuelto a regalar el de constructores al sacrificar a Heikki Kovalainen, y el de pilotos sencillamente se lo ha levantado con una miserable carambola, porque la de Maranello se lo ha dejado a tiro.

Montezemolo puede sentirse contento por el mundial de marcas. Domenicali puede decir que espera la resurrección de Kimi y cacarearlo a los cuatro vientos. Todos en Ferrari pueden decir misa. Incluso pueden intentar agarrarse a la imagen hermosa y soberbia que dio ayer mi Felipe, en plan salvavidas… Pero nadie en su sano juicio puede ocultar que las pocas mieles saben demasiado amargas y que arrastran un aroma inconfundible a derrota.

El gigante tiene ahora, más que nunca, los pies de barro, y lo que es peor, en McLaren y Renault lo saben y ya les han tomado la medida. 2009 puede suponer la debacle, porque las sombras que oscurecen actualmente Ferrari tienen toda la pinta de estar certificando el cambio de ciclo iniciado en 2007, que mal que me pese como ferrarista, este año se ha agudizado, anunciando el riesgo de que se prolongue o se perpetúe como no se tomen las medidas oportunas ya, sin más dilación, y comenzando por los pilotos.

Y que conste que no me estoy refiriendo esta vez a Fernando (que podría ser), sino a Sebastian Vettel, ese pura sangre germano que ayer me hizo vibrar como ya lo hiciera Alonso en 2004.