I'm Going Slightly Mad

En mi época, bastaba con sentarse a soñar con ser como gente veinte años mayor...

No, no es broma. No imáginabamos ser señores entrados en kilos que apuestan tortillas y fardan de hacer paellas mientras recuerdan a troche y moche que el mundo siempre ha sido igual; mucho menos emular la soberbia de quienes pasan sus noches dando lecciones de humildad. Queríamos ser Jacky Ickx, Jackie Stewart, Peter Revson, Emerson, Niki, Ronnie...

Mi hermano mayor era tifoso y a mí me gustaban los rossi, sobre todo los 312 B2, pero encontré en el Tyrrell azul y en sus pilotos el puntito exacto con el que contrarrestar mis primeras contradicciones. Por un lado parecer mejor que Juliantxu, por otro, dar salida a mis primeras pasiones, porque a ver, quien no ha estado enamorado de dos personas diferentes al menos una vez en su vida, o es rematadamente bobo o no merece vivir.

Julián (ocho años mayor que yo) se descojonaba de mis afanes por dar forma a un taco de madera para que se pareciera a un 006, cuyos ejes estaban hechos con horquillas de pelo de mi madre y sus neumáticos eran trozos de tubo de goma negra convenientemente torneados con la cuchilla de sacar punta a los lápices de grafito que usaba mi padre. Fallé aquel intento. Tenía catorce años. Mi hermano murió un 12 de febrero de 2015, pero me quedan una maqueta escala 1/18 de uno de los coches más hermosos que han existido, Stewart, y un montón de amigos que lo adoraban tanto como yo o más.

François y él, y Ken como patrón perfecto, mitad padre y mitad amigo...

Hoy Jackie cumple 80 primaveras y aunque jamás pisara Maranello, sigo queriendo parecerme a él, dentro de veinte años, obviamente.

En uno de esos test tontos de ADN, mi hemana Matilde ha corroborado que alguien de la familia echó el pinchito o fue pinchado por un celta de las tierras altas. Soy el único rubio de los tres hijos de Matilde y Julián, mi porcentaje es mucho más elevado. Mi tez es pálida y muestra pecas. Mis ojos son verdes... Ahora entiendo por qué me gusta llevar las piernas al aire, beber whisky, cantar las derrotas como si fuesen victorias... Por qué Watson, Clark, Coulthard, y por qué Jackie, sobre todo el escocés que me ha recordado hoy la razón por la que no hay que apostar por impostores sino por tipos genuinos, irrepetibles, a los que inevitablemente lloraré cuando se vayan.

Os leo.