jueves, 20 de junio de 2019

Robert, el polaco


Lo raro es que no nos hayamos extinguido ya. Acabo de leer entre anonadado y alucinado que George Russell se refiere a los posibles problemas que sufre Robert Kubica en términos de lenguaje, es decir, como el de Cracovia es polaco, pues como que no acaba de entenderse bien con sus mecánicos en inglés...

Ya me fastidiaría que el bueno de George no supiera quién es Robert ni cuántos años lleva en el tinglado, ni mucho menos que en 2008 fue uno de los más firmes candidatos a calzarse el título Mundial hasta que Mario Theissen decidió por BMW que no valía la pena enfrentarse a McLaren y Ferrari. Se ve que entonces se manajeba bastante bien en inglés, como cuando conducía en rallies o fue probador de Renault o de Williams...

La verdad, me molesta menos (que antes) que alguien se anime a escribir este tipo de artículos que lo único que hacen es distorsionar una figura del automovilismo deportivo que deberíamos cuidar guardada en el interior de una vitrina. Estuvo a punto de fichar por Ferrari, se encontró con el Rally di Andora, se recuperó, volvió a los rallies y poco a poco se fue posicionando para retornar a la disciplina en la que más a gusto se ha encontrado, pena que todo haya desembocado en una escudería que ni siquiera sirve a Russell para sacar la cabeza.

Si fuese Billy Monger seguramente estaríamos hablando del otro asiento de Grove en diferentes términos, a fin y a cuentas con el gran Zanardi también abusamos de un paternalismo que a ninguno de ellos les hace falta. Esteve, Dutto, los mencionados o el propio Kubica, no requieren de nosotros compasión sino el mismo espacio que damos a los demás, con idéntico rango de crítica, porque si se han levantado de las cenizas ha sido para volver a ser lo que fueron, o algo parecido a lo que fueron, con todas sus consecuencias.

Aunque lo parezca no estoy mezclando churras con merinas. En el corto espacio de unos meses hemos pasado de valorar a Robert como un tullido (sic) que se adaptaba mal a su monoplaza, a un tipo que no se hace entender por sus mecánicos, y el caso es que a partir de las supuestas palabras de George —no las he leído en el original, lo siento—, se abre una espinosa tercera vía: la de Grove está tan en pañales que sus mecánicos no comprenden lo que les dice Kubica, bien porque están desmotivados, bien porque lo dan todo por perdido, bien porque no saben cómo resolver sus dudas y problemas, bien porque lo que les entra por una oreja les sale por la otra como si fuese pronunciado en arameo; o bien porque se han creído que Robert está acabado, como se ha encargado de repetir la prensa especialista desde diciembre pasado.

La Torre de Babel, o como decía mi abuela: no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Os leo.

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