viernes, 10 de febrero de 2017

What is sport?


Os confieso que me intriga la naturaleza humana cuando es capaz de prodigarse en la reflexión sobre hechos aparentemente sencillos, que, sin embargo, adquieren una complejidad increíble a pocas vueltas les demos.

¿Esto de la Fórmula 1 es deporte o no es deporte...?

Lo primero que se me ocurre ante pregunta de tan hondo calado es calibrar hasta qué punto estamos perdidos, cuando otorgando a la figura del piloto un minúsculo 1% de contribución al conjunto, y recurrimos a sustantivar tan pequeño porcentaje para convertirlo inmediatamente en sinónimo del todo.

Está bien que los conductores se estén preparando como atletas para enfrentarse a la brutalidad que les espera a la vuelta de la esquina, cuando las máquinas de 2017 los sometan a un esfuerzo muy alejado del que podríamos soportar nosotros.

Son profesionales. Es lo que se espera de ellos. Pero como el bombero que entrena para desempeñar su trabajo, el buzo, el piloto de combate o el integrante del GREIM de la Guardia Civil o la Brigada Móvil de la Ertzaina, por poner sólo unos pocos ejemplos, no son considerados deportistas por el mero hecho de estar perfectamente capacitados para desempeñar su labor correspondiente, el piloto de carreras tampoco debería serlo por hacer pesas, ponerse el cuello como el de un toro o por soportar varias G en su vehículo mientras éste se desplaza.

El deporte, tal y como yo lo entiendo, consiste más en el paquete de reglas que permite que dos o más contrincantes se enfrenten en igualdad de condiciones. No en simetría, no, sino bajo el amparo de una normativa que facilite que todos los intervinientes gocen de las mismas oportunidades, supliendo fuerza con inteligencia, desequilibrio con estrategia, carencias con entrenamiento, etcétera.

En este sentido, la Fórmula 1 deja mucho que desear como deporte. Existen en su seno profundas desigualdades, a unos el reglamento deportivo les acaricia el cogote o les da palmaditas en la espalda, mientras que a otros, los penaliza incluso con aparente injusta dureza. Los coches también son diferentes, y eso hace que la competición no sea paritaria una vez los artistas del volante comienzan a rodar por la pista... Por si fuera poco, la capacidad de reacción ante los inconvenientes o los errores se ha ido mermando con el transcurso de los años. Hoy es impensable que un monoplaza que no empieza con buen pie la temporada, pueda siquiera llegara  soñar con lucirse al final de la misma...

Digamos que estamos ante un espectáculo deportivo altamente profesionalizado. En apariencia todos juegan con las mismas cartas pero todos sabemos que no es así porque la actividad es sumamente compleja y porque intervienen en ella intereses de todo tipo.

Sé que esto nos pone en que existe un pacto de conveniencia entre entretenimiento y aficionados, una especie de fe que para muchos es complicada de digerir, pero honestamente lo digo: hay preguntas que no deben hacerse, no sea que don Miguel de la Quadra Salcedo nos recuerde que «Los deportistas deberían tener la corona de olivo y nada más. Ése debería ser su premio. No hace falta un solo céntimo» [El deporte se ha corrompido].

En la Fórmula 1 hay mucha pasta en juego y muy pocos poetas, como sucedía antaño. Y tanto interrogarnos sobre lo que somos o parecemos, a lo peor nos sucede como al Frente Popular de Judea durante la articulación de su discurso político, sin fisuras, of course!

Pasad buena noche de viernes. Os leo.

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