sábado, 4 de febrero de 2017

The Last Ship


Es mi hora. Suena Sting. Vasito de whisky y la vieja Stanwell lista para ser apurada hasta la última hebra de una generosa ración de Mac Baren mixture.

Las hadas revolotean a mi alrededor mientras los gatos de Gorliz dormitan. No hay mucho que hacer ahí fuera. La luna se esconde más allá de las nubes y la llovizna, y Daniel y su eterna sonrisa están en vuelta rápida...

Muchas veces me pregunto cómo se puede ser tan rematadamente bueno y que suceda que se hable tan poco de ti. De él, en este caso.  

Aussie junior entra holgadamente en eso que llamamos top five del automovilismo formulero actual, pero resulta complicado que lo veamos abriendo portadas o protagonizando sabrosos titulares. Su grandeza reside en interpretar al eterno tercer hombre como si con ello le bastara. Sé que no es así y no creáis que no me interrogo cuándo, cómo, dónde, el australiano dará un golpe en la mesa para ocupar el espacio que se merece y hoy le escamotean los medios.

Su historia es triste. No porque lo sea realmente, sino porque el espectador medio da por sentado que es feliz y siempre lo ha sido. ¿Qué sabe nadie?, como en el anuncio. 

El de Perth tenía dos años cuando nuestro waterpolo lograba en su ciudad natal la plata en el Mundial de 1991. Es un dato. No lleva a ningún sitio pero sirve para encajar al dorsal número 3 de la parrilla con nuestra mejor historia reciente sin necesidad de recurrir a hitos políticos o pelotazos de ladrillo. Seve Ballesteros sufría ya de problemas de espalda y Miguel Indurain ganaba su primer Tour aquel año. En tenis, España caía en cuartos de final ante Estados Unidos... Mi hijo, Josu, cumplía en abril su primera primavera, nunca mejor dicho.

Daniel es atmósfera limpia. Un crío. Calza 27 años y a saber dónde andaba yo a su edad. 

Quiero creer, en este contexto, que Ricciardo será considerado figura con derecho a artículo en portada cuando sea tarde para los que le descubran entonces y revisiten su historia para decir Diego donde dijeron digo y punto y coma, o silencio y punto y coma. O silencio a secas.

Pero el silencio es un arma de doble filo. Delata tanto a los que no se atrevieron cuando estaba indicado atreverse, como a los que creyendo conveniente jalear a los más populares, han dejado pasar la ocasión de hablar de un piloto rematadamente bueno que no merece tanto ninguneo como le rodea.

Y lo cierto es que a poco que a Max le vayan mal las cosas o se le tuerzan un poco, Daniel se nos pone en tipo indiscutible. Lo que lleva siendo desde que fuese aupado a Red Bull desde Toro Rosso allá como en 2014.

Es mi hora. Sigue sonando Sting. Y el vaso de whisky y la Stanwell apuran sus esencias porque es sábado noche y toca celebrar que mañana es domingo. Entretanto, Daniel y su sonrisa van en pos de la pole...

Os leo.

2 comentarios:

chema dijo...

Un grandioso piloto, sin duda. Menuda dupla la de RB, si dan el paso a adelante esperado en propulsor, ojo con ellos.

Anónimo dijo...

En serio que me alegra que al menos en un blog (de calidad) por fin se hable de los rivales. Para mi Ricciardo es el piloto que mejor entiende al coche , a excepción de Fernando claro, adelanta como los angeles (mejor que Lewis) y siempre con la garantía de un Alonso, es rápido a una vuelta como lo pueden ser los Vettel y Rosberg (especialistas) y mucho más que Max, y además es un piloto limpio y caballero como Jenson. Creo que tiene un poco lo mejor de cada casa y me alegra que se le reconozca, porque este año le ha dado cera a Max y parece que no. Le dio cera (en carrera, en clasificación estuvo igualado) a Vettel y solo se habla de lo mal que se adaptó Vettel a las reglas anti-Vettel con un coche y unos frenos que lo dejaron a la mitad de piloto... Y aunque sea verdad nadie le da valor a lo que ha hecho Ricciardo. De hecho ha batido a pilotos tan buenos en categorías inferiores como lo fueron Vergne o Kvyat, que se fundió a Carlos Sainz en la misma montura en GP3, ganando el título. Quizas falle en lluvia, donde no está al nivel de un Vettel-Hamilton pero sinceramente y quitando a Alonso, que no tiene parangón en la F1 ni ahora ni hace 20 años, creo que él y Vandoorne se repartirán los mundiales en el futuro , porque ese chico es otro que merece una entrada, un pilotazo que ha ganado todo y más y que ha llegado a la F1 por esos méritos y no por el marketing. Vettel llegó por marketing y porque era un tiro en libres rodando solo y en mojado, por eso ganó su primera carrera en Toro Rosso, pero no deja de ser un piloto con velocidad pura. Max es lo mismo pero no destaca por su velocidad pura sino por su valor al adelantar y la lucha. Ambos marketing. Ricciardo no tiene el nombre del resto, ni Vandoorne, pero el australiano puede ser ganador este año si le dejan y el otro aprendiendo de Alonso este año, puede convertirse en una máquina perfecta, porque al igual que Daniel es un gran clasificador y ha demostrado que su ritmo , adelantamientos y defensa es la de un campeón.