La paciencia del pescador

Si el pasado no fuese tan importante, no gastaríamos toneladas de esfuerzo en borrarlo o modificarlo, o hacerlo irreconocible para que no pese tanto sobre el presente.

Mercedes-Benz, tras haber decidido retornar a la fórmula 1 en 2010, se convierte en Campeona del Mundo después de haber invertido casi cinco años en conseguirlo. Dicho así suena incluso épico: una escudería que vuelve al Circo para lograr el único trofeo de la máxima disciplina del automovilismo deportivo que no contienen sus vitrinas, lo hace al fin —su abandono a finales de 1955 la impidió competir en el Mundial de Marcas, inaugurado tres temporadas después, en 1958—,  pero como en toda buena historia, también en esta hay armarios llenos de fantasmas.

Y no me estoy refiriendo obviamente, a esos primeros pasos dados por Daimler bajo la carpa del tinglado de Bernie, todos ellos plenos de sinsabores y amarguras a pesar de que nada menos que el Kaiser lideraba el proyecto sobre el terreno —bueno, no lo lideraba Michael, no vamos a exagerar tampoco, lo hacía Ross Brawn, quien aguantaba la presión a la que le sometía Stuttgart a base de ver cómo caían los colegas (Norbert Haug, Nick Fry, el propio Schumacher, etécetera) y se sumaban nuevos inversores, mientras hacía bueno aquello de huir hacia adelante comprando aparentes saldos o apostando como un perfecto suicida por Lewis Hamilton—.

¿Pero estaba loco Ross? Pienso que en absoluto, el de Ashton-under-Lyne es quizás uno de los personajes del paddock que más sabe del negocio y no es por nada, también pesca truchas...

Pero hablaba al comienzo de fantasmas y de armarios y no quiero perder el hilo, así que cabe mencionar aquí la prueba ilegal (realizada con vehículo de temporada) que desarrolla Brackley junto a Pirelli tras el Gran Premio de España 2013 y cómo a resultas de ella, el horizonte comienza como por arte de magia, a pintar de rosa para la entente anglo-germana.

Pirelli y sus cosas. Pirelli y este tipo de cosas...

Ya no está Brawn en Mercedes AMG. El británico se fue para practicar su deporte favorito antes de que comenzara la sesión 2014 y aunque el domingo pasado, en Sochi, Toto Wolff le dedicaba unas palabras, unas líneas o una cita de agradecimiento por su contribución al proyecto —qué más da a estas alturas de la película—, conviene que no olvidemos que si seguimos la secuencia de acontecimientos, la prueba ilegal en Montmeló sucede con la suficiente antelación como para que la información extraída se pudiera incorporar al desarrollo del W05.

Y aquí hay que quitarse el sombrero ya que Ross ganaba por un lado tiempo para su equipo y por otro, atemperaba los ánimos en Daimler mientras cubría las lagunas del departamento de chasis de Brackley en cuanto a cuidado de gomas se refiere. Todo de una tacada, en una temporada que en principio no parecía ser demasiado interesante técnicamente hablando, porque suponía una prolongación de la anterior (2012) y además, navegaba hacia el ocaso bajo el amparo de un reglamento que se convertiría en agua de borrajas en apenas unos meses.

Ese es Ross, un tipo que siempre llega antes y se desvanece entre el público mientras el circo al completo abre la boca ante las arriesgadas piruetas de los equilibristas. Él sabe como nadie de qué va el negocio, por eso se la juega cuando hay que jugársela y ahora se entretiene usando su inteligencia y paciencia pescando truchas, completamente ajeno a si el fantasma del armario camina oculto bajo una sábana o en cambio, viste librea de lacayo y arrastra cadenas.

Os leo.