¡A degüello!

Llego tarde, como ocurre últimamente demasiado a menudo, pero no importa. A pesar de que ando un poco lastrado y espeso, la noticia de hoy (ayer, mañana, qué más da) no me ha pillado por sorpresa.

He asesinado vilmente algo de tiempo en intentar ordenar las entradas en las que me he referido en el blog a esta banda de malnacidos que están desgraciando nuestro deporte, pero me he aburrido de leer, y lo peor de todo es que el esfuerzo me ha generado una sensación de lástima por vosotros, que me seguís con denuedo y casi a diario, que a poco me lleva a decidir ser más escueto que de costumbre, por aquello de aliviaros el trago; pero como me conozco, sé que ni queriendo podría hacerlo, así que asumiendo que soy un plasta, tiraré para adelante como casi todos los días, más que nada, por evitar maledicencias.

¿Qué decir al respecto de la última demostración de ineptitud y ganas de joder que han puesto de relieve la FIA y la FOTA? Nada, no se me ocurre absolutamente nada. Cuando algo se cierra en falso vuelve a abrirse, inevitablemente. Y el caso es que el asunto ni siquiera llegó a cerrarse por mucha reunión ni por mucha rueda de prensa ni por mucho comunicado. No se ha cerrado y punto (lo intuíamos, en el fondo todos lo sabíamos), y lógicamente se ha vuelto a abrir.

Dicho esto, huelga hacer cualquier consideración porque resultaría bastante idiota dado cuántas y cuántas veces nos han mentido y nos han dado falsas expectativas. Y si se llega a algún acuerdo (sospecho humildemente que sí, y pronto), lo triste es que todos seguiremos con la mosca detrás de la oreja porque la cosa olerá igual de mal que la anterior, y la anterior, y aún que la anterior de la anterior.

¿Qué queda? Nada, cada vez menos. Están asolándolo todo, cansando a sucesivos rebaños de ovejas, aburriendo a los que estábamos y a los que se acababan de asomar. Lo decía hace unos días: se nota, se nota una ligera alteración en lo que hasta hace poco parecía normal, que empieza a dar un poco de vértigo.

Obviamente no pertenezco a la FOTA, ni tengo una escudería ni tengo tragaderas como para aguantar faroles de un estúpido, y por si fuera poco me jode el capital desbocado; pero si formara parte de ella, es un suponer bastante tonto, ayer mismo habría elevado un discurso inflamado llamando a las armas a mis compañeros, recordándoles que la libertad no la regalan porque es hija de los levantamientos, del gritar basta, del dejar los coches en los boxes a pesar de los contratos televisivos y las obligaciones contraídas. A renglón seguido les habría pedido que desenfundaran sus sables y que buscaran la gloria y el resarcimiento frente a la afición a galope tendido y al grito de ¡a degüello!