El pequeño Sebastian

Toca hablar de este muchacho porque Seb es grande para lo joven que es, y sorprende, y aunque afirmarlo es arriesgarse a incurrir en una perogrullada, no quiero dejar pasar la oportunidad de aportar mi granito de arena al debate que hay planteado alrededor de su figura. ¿Necesita aprender, mejorar? ¿Y quién no?

Aclarada mi postura, me apetece recordar que desde este blog he denunciado que dos de sus tres victorias se produjeron en campo abonado para lograrlo, con el paraguas del Safety Car abierto, con la seguridad de la ventaja tendida, pero así es el juego y o lo tomas, o lo dejas. También he dejado algo escrito sobre sus carencias en seco, y aunque no me he sumado a las críticas al respecto, debo reconocer que las asumo como lógicas porque Seb está naciendo a este deporte, aunque cabe destacar que con paso firme y también con titubeos, porque sus enormes cualidades tenían que tener alguna sombra para resultar creíbles.

Desde que el fenómeno Hamilton eclipsara artificialmente la necesidad de un buen aprendizaje, la cosa del maceramiento natural de los pilotos parecía una ida de olla y había surgido una prisa innecesaria, pero aquí está la trayectoria de Vettel para recordarnos que los conductores se van haciendo como los buenos vinos, en barrica, lentamente, aprendiendo de los fracasos y de los errores, apuntando alto siempre, o errando sin paliativos, que no es el caso pero que en general aporta también lo suyo.

Cuando le vi sustituyendo a Kubica en Indianapolis 2007, supe que el chaval estaba llamado a encandilarme porque hay algo magnético en su forma juvenil de llamar a la gloria como pidiendo permiso. Sin querer, o queriendo, Lewis y Seb se me antojan las dos caras de una misma moneda. Por un lado el relumbre forzado, por otro, el destello natural, el forjado a base de esfuerzo. Su victoria con un puñetero Toro Rosso en Monza 2008 supuso la apertura con letra limpia de un libro que apetecía leer. Su lucha con Hamilton en Interlagos, el primer o segundo capítulo de una obra que cualquier aficionado pagaría por ver. Este año, en Red Bull, el éxito en China supo a sueño realizado, a revancha esperada, a justicia divina; así como el error de Turquía supo a lo mismo, pero en sentido contrario, para sus detractores. ¿Dónde metemos Silverstone?

Seb se está forjando, como ya he dicho. Conduce cada vez mejor, es limpio y seguro, voraz, agresivo cuando debe y controlador cuando lo necesita, a pesar de que los nervios puedan jugarle una mala pasada porque se está macerando donde lo hacen los campeones: en las derrotas, en los errrores y también en los triunfos. Le queda mucho terreno por recorrer y lo va haciendo con paso firme, asumiendo los riesgos que se le presentan y aprovechando cualquier tipo de ventaja, aprendiendo centímetro a centímetro, mejorando, repito, como los buenos vinos en barrica, triunfando donde fracasaron otros, pero con la enorme ventaja que supone su edad…

Y aquí apuesto a seguro, como muchos, porque Seb es joven, muy joven, y ya acaricia la gloria con dedos seguros.