Hillclimber

Repasando historias viejas, libros vetustos, revistas amarillentas (¡joder lo que soy capaz de almacenar!), dí el otro día con un artículo de 1999 que glosaba el Tyrrell seis ruedas, el P34, a casi veintitrés años vista. A pesar de estar escrito en francés (leo y entiendo bien el idioma galo, aunque soy un patán utilizándolo) no pude menos que abrir una sonrisa de oreja a oreja ante la ingenuidad con que estaba escrito, porque yo mismo, en la época en que fue publicado, habría suscrito sin pestañear que el vehículo inglés era «el único exponente de monoplaza que había utilizado seis ruedas en la historia del automovilismo.»

Obviamente, ahora que he crecido sé que la afirmación no es cierta. Aunque hay que reconocerle al trasto de la escudería de Ken, el mérito de haber sido el único coche de competición que ha usado cuatro ruedas delanteras en carrera, porque lo de las cuatro traseras es más viejo que la tana, aunque la afirmación pueda sorprendernos.

En el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, fue habitual ver algunos vehículos de carreras que utilizaban cuatro neumáticos en el tre posterior, montadas en paralelo para favorecer la tracción (lo lamento, pero Google viene de perlas para esto). Los exponentes más claros los encontramos en los Auto Union de la década de los 30 del siglo pasado, momento en que podemos observar al Type C y al Type D Hillclimb (trepador de colinas), monoplazas con motor V16 que vencían, una vez sí y otra también, en las tradicionales carreras en cuesta alemanas, o al italiano Bugatti 59 con idéntica configuración. En modalidad tándem, sin dudarlo, el Mercedes-Benz T80 (1939) diseñado por Ferdinand Porsche es un icono que merece la pena rescatar de la memoria, porque a pesar de que fuera un vehículo exclusivamente diseñado para batir marcas de velocidad, su brutalidad y belleza ha encontrado hueco en la historia del automovilismo sin contestación.

Después de la segunda Gran Guerra, tenemos que irnos al otro lado del Atlántico para darnos de bruces con el Pat Clancy Special de 1949, que corrió en Indianápolis con cuatro ruedas motrices dispuestas en tándem.

Llegados a este punto, cabe decir que la anchura de los neumáticos traseros aumentó, haciendo innecesaria la colocación de grupos de ruedas, y por tanto tuvo que pasar bastante tiempo hasta que se rescatara el planteamiento de seis ruedas para monoplazas. Sin embargo, cuando el Tyrrel P34 presentó sus innovaciones (1976), hubo quien siguió su estela aunque en diferentes soluciones. El March 2-4-06 adoptó en aquel mismo año la configuración de cuatro ruedas motrices (en tándem) de idéntico tamaño a las delanteras, aunque no participó en carrera. Así mismo, la todopoderosa Ferrari, probó el T2 de 1977 (312 T6) con la misma solución pero en modalidad paralelo, a la vieja usanza.

Lejos de ser una idea desechable, años más tarde, el Williams FW08 de 1982 volvería a rescatarla (FW08B), en tándem de nuevo, suponiendo la última intentona hasta el momento.

Asimilada la añeja tradición, merece la pena recalar de nuevo sobre el P34 de Tyrrell, porque aunque no haya sido el único monoplaza de seis ruedas que ha corrido sobre el asfalto de los circuitos, sí ha sido el único en utilizar la modalidad de seis ruedas aplicando cuatro a la dirección, y con éxito (victoria en el G.P. de Suecia de 1976, con Jody Scheckter al volante). Pena que Goodyear cercenara su futuro porque no resultaba rentable producir neumáticos pequeños sólo para la escudería inglesa.

¡Maldita cuenta de resultados, el P34 me encantaba!