jueves, 18 de julio de 2024

Y Dios vio que era bueno


Tenemos mucho tonto del bote alrededor y admitirlo no debería ofender a nadie, pero, puesto que sé que llevará a rasgarse algunas vestiduras lo que voy a escribir, mejor dejamos las cosas claras desde el párrafo inicial y nos abandonamos a la literatura.

Cuando Ross Brawn se dirigía a los aficionados en sus alocuciones durante 2017, de las que rescato una de las tantas que hizo [Uno de nuestros objetivos es que los coches permitan más lucha en pista], no aludía al grueso de la afición actual, sino a los que íbamos a convertirnos en damnificados por la visión que tenía Liberty Media al respecto de las posibilidades comerciales de nuestro deporte. Nos engañaron, Ross nos engañó como hizo con los japoneses cuando desembarcó en Honda, como hizo con el Grupo de Estrategia metiendo en él a Mercedes-Benz usando el ardid de Brawn GP. 

Éramos felices entonces. Los Carabinieri entraban en Monza buscando a Ron Dennis, a Nico Rosberg ya le había sustituido Webber en el pasaporte su fotografía por una de Britney Spears, o, el australiano mismo, ahí le andaba sacando unas risas a Jessi admirando sus curvas en entrenamientos libres.

Cuando Michibata partió peras con Button lo pasamos francamente mal, casi igual que cuando murió Big John, el único padre que ha merecido pisar un paddock, de manera que cuando Maurizio Arrivabene animó a Kimi a traer en carrito a Robin a los boxes de Ferrari, recién nacido el chiquillo, comenzamos a temernos lo peor aunque todavía no habíamos pillado la profundidad de la trampa.

No os sintáis agraviados, amigos recién llegados a esto desde el otro lado del charco. Senna no eligió para hablar con Dios una curva de Jacarepaguá, el Carlos Pace, el Hermanos Rodríguez o el Óscar y Juan Gálvez argentino, escogió Eau Rouge en Spa-Francorschamp, de la misma manera que Gilles Villeneuve decidió morir en el belga Zolder, o Fangio señaló la francesa Reims para poner fin a su carrera profesional...

Brawn nos engañaba a nosotros, a los que ya estábamos, a pesar de que os utiliza a vosotros para que poco a poco sigamos perdiendo nuestras raíces comunes, que son también las de la Fórmula 1 y con las que alardeáis como si el mundo hubiese sido creado el 1 de mayo de 1994.

Hacéroslo mirar, no sea que vuestras abundantes gilipolleces —bastante hacemos lamiendo nuestras heridas—, nos estén llevando a ese sitio donde Liberty Media quiere vernos metidos, un escenario donde sólo computan las cifras, el número de seguidores, y las chorradas vertidas por segundo ante una cámara de vídeo, o un tuit o como se diga ahora. Y, por Dios, soportadnos un poco y no midáis en términos de apasionamiento o desapasionamiento que estemos hasta el mismísimo culo de las sandeces de nuestro deporte. Claro que antes disfrutábamos más y mejor, es que no hay ni que decirlo.

Os leo.

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