No deja de tener su gracia que compartan nivel de paradoja el personaje Libertad de Quino y la estación MIR soviética...
La amiga de Mafalda advierte en al menos tres viñetas que nadie saque conclusiones sobre su nombre y su tamaño, a la MIR, sencillamente no le dio tiempo a relativizarlo.
Los cosmonautas Sergei K. Krikalev y Aleksandr A. Volkov han sido los únicos seres humanos que han vivido dos paces distintas en la misma órbita al planeta Tierra. MIR significa «paz», por si no os lo han contado nunca, y cuando ambos profesionales del ocaso decidieron ser inquilinos de un ataúd de metal, habían llegado allí como hombres del régimen correcto para aterrizar tiempo después como ciudadanos libres en los aledaños de Zhezkazgán, con todo lo que supone parecerse tras un bombazo de varios G a la Libertad de las tiras de Mafalda, tan chiquitita y brava ella.
Con 31 metros de longitud máxima, la MIR no le llega a la suela del zapato a la torre Iberdrola de Bilbao, por citar un ejemplo reconocible de tan solo 165 metros de envergadura, pero llevo meses haciéndome fuerte en ella por la misma razón que Krikalev y Volkov: porque a pesar de que el final esté definido con meridiana claridad, la aventura es suficientemente golosa como para vivirla imaginando que, al final, el tamaño no importa...
Estrenamos abril. Os leo.
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