martes, 2 de abril de 2024

En todo estás vos


En el pretérito pluscuamperfecto de nuestra actividad, los circuitos se diseñaban con lápiz y papel sobre un tablero de dibujo, de esa manera que ahora tanto alabamos al bueno de Adrian, y se elaboraban siempre pensando primero en las curvas, en su complejidad y en el reto que podían suponer a los pilotos.

Bueno, ahora hay tanto conductor especialista en trazados urbanos y tanto experto en parir engendros que os sonará raro que hable de este asunto, aunque tiene su miga porque John Hugenholtz pensó inicialmente en los pilotos, en cómo se iban a divertir o ciscarse en su parentela mientras gestionaban desde el volante algunas de sus ideas plasmadas en Zolder, por ejemplo, el antiguo santuario de Hockenheim, el Jarama y, entre otros, también Suzuka, la pista de pruebas de Honda.

Me lo habéis leído más de una vez, pero en las Esses of Becketts de Silverstone, como no tomes adecuadamente Maggotts (la que abre la sección), te resientes en Becketts (la que da nombre a la zona de tránsito) y has perdido un tiempo precioso al salir de Chapel (la que cierra las enlazadas). 

El circuito británico no es obra de Hugenholtz. Tiene una preciosa historia detrás que (creo) ya he contado alguna vez, y que seguramente volveremos a narrar cuando visitemos de nuevo la cuna de la Fórmula 1 según los ingleses, pero lo menciono porque también fue diseñado para sondear la calidad de los hombres que conducían bólidos antaño. La máquina es el límite físico del piloto, aunque hay algunos que lo sitúan más lejos que otros, y la pista supone el del auto, de manera que el conductor lucha contra su monoplaza y contra el trazado... luchaba, más bien.

Hoy en día los diseños se piensan para los vehículos, el público y la retransmisión. No es que el hombre que va al volante no tenga valor, pero sí ha perdido importancia...

Anteayer charlaba con Golden en Twitter sobre Fangio y lo poco que nos costaba reconocerle como el mejor de todos los tiempos. El Chueco, podríamos decir, era el prototipo de conductor con el que ponía a trabajar su cabeza Hugenholtz a la hora de enfrentarse al tablero y el papel en blanco. Podemos poner otros nombres más recientes, Prost, Senna, Schumacher, el propio Alonso, tipos todos ellos que han tomado la medida a su monoplaza y se enfrentan al circuito a pelo, como el argentino, buscando vencer al ingeniero que diseñó la pista y ganar así unas décimas preciosas.

En la actualidad se meten una serie de datos en el ordenador: velocidad de paso, sustentación estimada en un punto determinado, etcétera, se aliña al gusto et voilà, se alteran a voluntad algunos parámetros y ya tenemos circuito como quien compra una lavadora.

Pensad un momento en la mítica 130R, y ya termino. Desde 2002 está compuesta por dos curvas de radio diferente, pero hasta esa fecha era un curvón endiablado con radio constante —130 metros, de ahí su nombre—, porque había que ser un auténtico genio para recorrerla con el pie prácticamente a tabla, ya que los coches, mucho más pequeños de tamaño, necesitaban de un altísimo grado de precisión para no ser lanzados al exterior de la trazada por la brutal fuerza centrífuga originada. 

Ahí estaba Hugenholtz, y ahí sigue estando Suzuka, que nos recibe con los brazos abiertos este próximo fin de semana mientras algunos cantamañanas siguen sin saber distinguir que no hay especialidad alguna en tomar curvas de 90º, sin peralte, diseñadas para que los papás y mamás lleven a sus hijos a la guardería o el colegio antes de incorporarse al trabajo...

Poquito a poquito se va perdiendo el alma de todo esto. No sé si es bueno o malo, pero no me gusta.

Os leo.

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