jueves, 25 de abril de 2024

Oh Johnny, oh Johnny!


No hay que ser especialmente inteligente para saber aprovecharse de quienes te han protegido a troche y moche, pero a Johnny no le da ni para eso; vamos, que teniendo oportunidad para excusarse en lo de Australia con el tradicional fue otro o pasaba por allí, no sé, cualquier disculpa por barata que fuera, el muy berzas ha preferido convertirse en la diana de supuestas amenazas de muerte, lo que le convierte en víctima de un pecado del que se confiesa autor entre líneas.

Lo siento en el alma por Raimon Duran y los acólitos del gurú catalán que lleva tanytantos años en esto. El británico se autoinculpa al ponerse en el centro de la ecuación, supongo que para levantar su ego como si hubiera tomado la pastillita azul antes de meterse en faena, pues, a la vista está, las sutilidades de hacer bien el amor le quedan demasiado a desmano. 

Herbert se señala como centro de atención y tal vez no cabrían más palabras, salvo, acaso recordar que, en las colonias estivales que promovía la Parroquia de San Jorge de Santurce en Castrillo del Río Pisuerga, en las que participé cuando niño, cantábamos al calor de la hoguera la Guerra Cruel de Mocedades y su Oh Johnny, oh Johnny! en estribillo, sin calibrar siquiera que, décadas después, al Johnny de la canción le iba a emular el Johnny peliculero protagonista de esta entrada. El pobre no pasa de ser un fake de órdago, que por no defender, no sabe defender ni a los que lo han defendido a él.

Os leo.

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