domingo, 5 de junio de 2022

Un «doble» en Dunlop

Terminaba 2017 cuando la enfermedad devoraba a Perdi y pactamos en el Argintxe que el día de Nochevieja del año siguiente uno de los dos pagaría un Jack Daniels al otro. Acabé bebiendo sólo el bourbon [Sargento O'Hara], y le pedí a Jose que me lo sirviera doble, por Carlos, por Fran y por mí.

A mi amigo no le gustaba la Resistencia, decía que como la Fórmula 1 no había nada, y le jodía bastante que le recordase que hubo una época en que los prototipos suponían la avanzadilla técnica del automovilismo deportivo, donde se ganaba más dinero, donde se forjaron grandes ingenieros y donde algunos pilotos mataban por lograr o mantener un asiento.

Resulta complicado calibrar hasta qué punto el Porsche 917K alcanzó su magia por ser uno de los coches de carrera más brutales que han existido, o porque, en realidad, había que ser ciertamente especial para subirse en él, ya que suponía un ataúd rodante con una distancia entre ejes ligeramente superior a la de un Mini de los de antes y casi la mitad más bajo, que cargaba combustible para quemar varios montes y podía circular por encima de los 350 kilómetros hora, con su jinete protegido por acero, aluminio, y una fina capa de fibra de vidrio que daba forma a la carrocería. Además de mucha destreza hacían falta unas agallas descomunales para meterse allí dentro. 

Ahora hablamos mucho del aire sucio y sus inconvenientes, pero es relativamente sencillo imaginar lo que suponía el tráfico en Les Hunaudières o acercándose a Mulsanne Corner a finales de los sesenta o comienzos de los setenta del siglo pasado, o incluso hoy, cuando la seguridad pasiva domina la actividad.

He escrito mucho sobre Resistencia en Nürbu —#BlueTrainSpecial y #24LeMans; mis intentos infructuosos por seguir la carrera francesa a golpe de teclado: #25TLM14, #25TLM15, #25TLM16 y #25TLM18, o los textos correspondientes a Le Mans (Le Mans), Daytona (#Rolex24), el Mundial (#WEC'18 y #WEC), amén de alguna entrada suelta que quedó sin etiquetar. 

Escribo fundamentalmente por aprender o recordar, que sigue siendo una forma como otra cualquiera de continuar aprendiendo, y bueno, nos acercamos a las 24 Horas de Le Mans 2022, y aunque este año las seguiré desde la comodidad de no tener que relatar nada cuando concluyan —algo caerá, seguro, pero nunca antes de tomarme otro doble Jack Daniels a la salud de Perdi—, no quiero desperdiciar la oportunidad de mencionar lo triste que resulta que las disciplinas del motorsport se hayan convertido con el transcurso del tiempo en cajitas estancas por mor del dinero y sus gabelas. 

¿Se vivía mejor entonces, era todo más hermoso? Diría que sí. El mundo era igual de incomprensible que en la actualidad, pero resultaba infinitamente más honesto y generoso.

Os leo.

1 comentario:

Josemi dijo...

Me gustaria ver a un 917, que en su epoca era como un gigante de carreras, al lado de un F1 actual, creo que seria pequeño y todo