La carrera de hoy ha sido asombrosa, tal vez la que me ha gustado más de esta temporada, y no sólo por el resultado, que ha demostrado (una vez más) que hay dos contendientes al título y mientras uno de ellos prefería lamentarse del estado de sus ruedas por radio —cuestionando la estrategia de su equipo—, el otro apretaba los dientes e iba con todo hasta ver el banderazo final.
Lo cuento cada vez que tengo oportunidad, pero Ross Brawn, cuando defendió a Fernando Alonso del intento de la prensa inglesa por enmierdarlo con el Singapurgate, refirió cómo Michael Schumacher no sabía de, ni preguntaba ni cuestionaba las estrategias que le brindaba su muro, simplemente confiaba y cumplía las órdenes que recibía. Y bien, Max está hecho de esa pasta especial, y Hamilton, otra vez, ha vuelto a demostrar que si no va sobrado es incapaz de presentar batalla en inferioridad de condiciones.
Y decía al comienzo «y no sólo», porque el salseo que se ha montado el Nano con Dirección de carrera también ha dado espectáculo y es de recibo reconocerlo, por mucho que los que echaron pestes sobre Michael Masi en Canadá 2019 hoy hayan preferido tragar con una aplicación de la norma que sigue siendo cuestionable, y que, se pongan como se pongan, es desigual y lastima seriamente el concepto deportivo de nuestra disciplina.
No os aburro mucho más. Suena Freddie Mercury... os leo.
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