domingo, 17 de octubre de 2021

Mediocridad y descomposición

Debería suponer un serio problema que el Safety Car y el Medical Car de tu compañía muestren más salsilla racing que tus monoplazas, pero, me temo, esta es una circunstancia que a don Lorenzo Stroll se la trae al pairo. 

Aston Martin estaba para ser tercera contructora en el Mundial cuando los coches no habían comenzado a rodar, pero a falta de seis pruebas para la finalización del campeonato zanganea en la séptima plaza, capaz, únicamente, de sobresalir frente a los parias de la Tierra, porque ni siquiera ha podido con la filial de Red Bull, y, a pesar de mis pronósticos optimistas [Más arena que cal (Aston Martin)], me temo que no va a superarla ni en sueños...

El panorama de la verde es desolador, aunque, en realidad, no sentía ganas de hablar de los éxitos de la escudería de Silverstone, sino de que, al igual que ocurre con la política y otros ámbitos, la mediocridad tiene peso específico en el futuro de la actividad y juega sus bazas como si formara parte de la primera división y realmente se lo hubiera ganado.

¿Es aceptable? Bueno, imagino que si podemos ponernos una venda en los ojos y una pinza en la nariz para visitar territorios que convierten en papel mojado los eslóganes de la FIA y Liberty Media, siempre podemos admitir que, como el dinero manda (sic), gente como daddy Stroll corte el bacalao fingiendo que sus vehículos compiten en la máxima categoría del automovilismo deportivo mientras arrastran la disciplina a no se sabe muy bien dónde.

Los intereses del multimillonario canadiense no tienen por qué ser los nuestros, y aquí radica el problema: él va a lo suyo, miente con descaro, pero, desgraciadamente, somos nosotros quienes lo sufrimos.

Os leo.

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