miércoles, 12 de febrero de 2014

Cronopios y salidas


La salida suele ser uno de los momentos más interesantes de los Grandes Premios, al menos de los de la última etapa de nuestro deporte, ya que acostumbrados a que a partir de la quinta vuelta empiece a no suceder nada, en justa correspondencia hay quienes se ponen delante del televisor tan solo cinco o diez minutos con auténtica atención, para a renglón seguido comenzar a hacer otras cosas, incluso echar una cabezadita mientras los monoplazas discurren sobre la pista.

Esta aparente tontería como la copa de un pino no es baladí en absoluto, pues ha originado durante los últimos años una serie de movimientos federativos encaminados teóricamente a mantener la atención del aficionado a lo largo de la carrera a base, fundamentalmente, de establecer una duración concreta para las gomas y la obligación de usar dos tipos diferentes de compuestos (artificialidad que se materializa en los pit stops), que sin embargo, lo que ha hecho ha sido trasladar la importancia sobre la pista del binomio piloto/máquina al muro del equipo, generando lo que hoy denominamos ampulosamente estrategia, como si nunca antes hubiese existido.

Digo que en la actualidad llamamos a eso estrategia y me cachondeo un poco, porque el cálculo de posibilidades y la valoración de las oportunidades propias y del vehículo es consustancial a la competición de bólidos y por tanto, a la Fórmula 1 también, aunque evidentemente resulta a todas luces difícil de apreciar desde la óptica preeminente que otorga un valor superior a la labor de esa parte concreta del equipo que es el wall, frente a la del hombre.

Como hoy no toca hablar de comparaciones odiosas entre las actuales estrategias y las antiguas, vuelvo al asunto de las salidas porque curiosamente, son el momento de la prueba en que el moderno esquema impuesto por las escuderías, la federación y Bernie, se rompe.

Las arrancadas son instantes tensos. El muro calla recién terminada la vuelta de instalación y mientras el semáforo se pone en verde se mastica el silencio y todo es concentración en grado supremo. El piloto es el rey del mambo sobre su monoplaza. No importa qué lugar ocupe en la parrilla, puede hacerlo y sin duda va a intentarlo. Luchará con quien tenga detrás, al lado o delante, buscará huecos y los encontrará en los lugares más insospechados con tal de ganar unos metros, jugándoselo todo a su temple y arrojo y a los posibles errores de los rivales…

¿Cómo no nos iban a gustar a los aficionados las salidas si son el espacio más democrático, tradicional y antiguo de la Fórmula 1? Cualquiera puede meter la pata y cualquiera puede dar un susto, por eso mismo el wall guarda silencio, porque sabe perfectamente que esos instantes son en extremo cruciales y dependen fundamentalmente del individuo que sujeta el volante en el habitáculo y mira más allá de la visera de su casco.

Pasados los primeros compases de la carrera, el muro vuelve a tomar el mando. Crepitan las radios vomitando instrucciones y quien más y quien menos, se prepara en casa para ir dorando la tortilla de patata, para hacer un pis o para volcarse en cuerpo y alma en Twitter (a veces yo aprovecho para leer a Cortázar), simplemente porque la moderna estrategia manda y se hace totalmente necesaria una catarata indigesta de datos para entender qué coño se cuece en la pista…

1 comentario:

GRING dijo...

Pues, amigo Jose, quizás esté en este megacontrol absoluto sobre la mecánica del coche y los azares de la pista donde más se diferencia esta F1 de la otra, en la que el asunto se dirimía entre pilotos,competidores, sus habilidades y sus sensaciones. Ahora que cada vez hay menos "sensaciones" y más certezas, con esta F1 tan tecnificada, informatizada y monitorizada, ahora es el momento de pedir una vuelta a la competición más pura... o leer a los clásicos más allá de la vuelta 5... Un saludo