Hace como quien dice anteayer, veíamos amanecer ante nuestros ojos 
los portentosos vehículos de este año. Extraños a la vista, 
inmediatamente se vieron rodeados por la polémica. 
«¿Cuál te parece menos feo?» creo que ha sido, de lejos, la 
frase más usada y abusada de estas últimas semanas. Y no es para menos, 
porque admito que chocantes sí que son aunque eso de llamarlos 
horrorosos porque su apariencia no responda a lo que se esperaba de 
ellos, tampoco es que me parezca muy pasable ya que hablando de Fórmula 
1, la belleza, precisamente, no gana milésimas sobre el asfalto.
Estad tranquilos, esta tarde no pretendo 
disertar sobre estética aunque se me escape alguna línea que otra al 
respecto, ya que como vengo diciendo, la fealdad no penaliza las 
bondades de un vehículo. Por tanto, en mi humilde opinión, en vez de 
sobre el aspecto exterior de los coches, de lo que se debería hablar 
sería de su funcionalidad.
Y es que la Fórmula 1 es funcionalidad en estado puro. Los diseños 
tienen que responder al reglamento con soluciones inteligentes y 
funcionales; la organización de los elementos internos y externos tiene 
que ser funcional; la carrocería misma debe atender a las leyes de la 
aerodinámica y al propósito de sus proyectistas, con eficiencia y 
funcionalidad… La funcionalidad lo es todo en este deporte. Las 
superfices grandes y pequeñas, incluso las de los tornillos más 
minúsculos tienen que responder a un planteamiento de máxima eficacia 
que empapa todo lo que consideramos idea de monoplaza, desde la punta de la nose hasta el perfil vertical más extremo de los soportes del alerón trasero.
¿Se puede llamar feo a algo funcional? Por supuesto que se puede. Lo 
admito aunque me parezca un sacrilegio que cometo yo también de vez en 
cuando, pero me gustaría matizar en este asunto que no hablamos de una 
batidora o un aspirador, sino de unas máquinas que son capaces de 
alcanzar sobre la pista velocidades cercanas o superiores a los 300 
km/h., y que tienen que aguantar además, lo que no está escrito para 
finalizar un Gran Premio.
Entendedme, tampoco pretendo que se trague con ruedas de molino. A 
mí, personalmente y quizás porque vengo del mundo del diseño y en él 
trabajo, que algo sea funcional me parece indiscutiblemente bello, pero 
comprendo que existan cosas difíciles de digerir para aquellos que 
entienden que la belleza y la funcionalidad no tienen por qué ir de la 
mano.
Pero si estoy abundando en este asunto, más que por convencer a nadie
 es porque por primera vez en muchos años estamos asistiendo a una 
degustación de ideas diferentes, auténticamente diferentes, incluso muy diferentes
 en determinados casos, y bajo el paraguas del debate entre feos y 
guapos considero que se nos está escapando la posibilidad de paladear un
 momento de alta cocina en cierta manera único, ya que en cuanto unas 
soluciones se muestren más eficientes que otras conforme vaya avanzando 
el campeonato, pasarán al acervo común de la parrilla y en una temporada
 o dos a lo sumo, de nuevo, todos los coches volverán a parecer casi 
hermanos gemelos una vez sean desprovistos de sus respectivas 
decoraciones.
Ya sucedió en 2009, con la anterior modificación del reglamento, pero
 no con la misma intensidad que en la actualidad. En aquel instante de 
nuestra historia reciente se trataba solo de cambios en la aerodinámica y
 como esta disciplina tiene unas constantes universales, las 
diferencias, aunque apreciables, tampoco es que fueran muchas, pero en 
este 2014 que ya hemos abierto ha cambiado todo, desde la propia 
mecánica a cómo va a ser aplicada. Mayores volúmenes dentro de los 
coches y nuevas exigencias externas con un mismo horizonte: ser lo más 
rápido y fiable posible.
 

 
1 comentario:
A ver quién da con la tecla correcta.
King Crimson
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