lunes, 17 de febrero de 2014

Pagaría por saberlo


La Fórmula 1 es un extraño lugar ajeno al tiempo y al espacio, hasta el punto de que hay cosas que suceden en su interior a las que se les da un crédito más metafísico que científico por parte de la afición y la prensa especializada, ya que todo el mundo sabe que su composición se irá modificando conforme sufran la presión de una información que demasiadas veces tiene que ver con diferentes fuegos cruzados o pantallas de humo que solapan la verdad de lo ocurrido.

Ahora que Pedro J. ya no está al frente de El Mundo, le pediría que se dejara de política y que se embarcara en un proyecto deportivo que tuviera como fin último hacer un «periodismo de investigación» como del que ha hecho gala su cabecera durante años.

Tirar de los flecos de la realidad para desentrañar la madeja oculta de unos supuestos hechos inconfesables que acaban por señalar una verdad más o menos oscura y por tanto velada a los ojos del vulgo, siempre ha sido una modalidad de periodismo que me encanta por lo literario de su sustancia y por cómo encaja con aquellas formas de desentrañar crímenes a base de método deductivo con las que Sherlock Holmes y Hercules Poirot, entre otros, me entretenían hace años en mis horas de asueto.

Al hilo, creo honestamente que el paddock, sus entrañas y aledaños, su idiosincrasia en definitiva, ofrece ingredientes suficientes como para ponerse a tirar de la manta por el hecho en sí, por discernir la cruda verdad o acaso, por tocar los cogieron y evitar que nos tomen por tontos a la hora del té.

Tras los desagradables sucesos habidos en Jerez entre la motorista Renault y dos de sus clientes, Red Bull y Toro Rosso, se han vertido suficientes ríos de tinta a cuenta de las diferentes versiones del asesinato (dejadme que lo llame así), que a estas horas resulta complejísimo entender qué coño ha sucedido, menos si cabe, si atendemos a las últimas palabras vertidas por Adrian Newey y Remi Taffin, a través de las cuales se entrevé que hay paz entre los contrayentes y que por tanto, las dos empresas terminarán cenando perdiz en Bahrein.

Es la típica situación de ¡pelillos a la mar!, que diría mi abuela, sí, pero ¿qué demontres ocurrió en Jerez, quién fue el responsable, o en su caso, quién tuvo más culpa?, porque si Agatha Christie o Sir Arthur Conan Doyle vivieran, a buen seguro tendrían un montón de preguntas que hacer.

Si fuese una cuestión de diseño en la que Renault tuviera más bien poco que ver, entendiendo que el Caterham y el Lotus no sufrieron el mismo tipo de percances que el Toro Rosso y el Red Bull con sus propulsores galos —la malasia probó con éxito en Jerez cuando correspondía y la británica, aprovechando el primero de sus filming days—, la responsabilidad apuntaría ineludiblemente a Faenza y Milton Keynes y como consecuencia, debería llevar a la FIA a investigar el asunto por si ha existido un episodio de espionaje entre ellas.

Bien, todo el mundo sabe que la italiana y la austriaca no se espían sino que a veces comparten información sensible porque quien paga las nóminas de todos viene a ser el mismo tipo, incluso cuando la primera montaba propulsores V8 Ferrari hasta el año pasado, pero sigamos con el tema del diseño en el que Renault tenía poco o nada que ver y tratemos de asimilar entonces por qué, con ocasión del filming day del E21 disfrazado de E22, la motorista francesa invitó a Red Bull, Toro Rosso y Caterham a asistir como oyentes al shakedown del Lotus para lavar su imagen, pero ¿para lavarla de qué...?

A estas alturas parece claro que pudo haber un problema de diseño por un lado (RB10 y STR9) y otro en la unidad propulsora que Renault ha tratado por todos los medios de dar por zanjado, pero entonces ¿por qué no sabemos nada de las posibles modificaciones a las que se habría visto obligada Toro Rosso en su monoplaza de 2014...?

¿No podría ser que el coche de Faenza no haya necesitado ser modificado porque el problema no fuera de diseño y sí exclusivamente —puntual como afirmaba la motorista gala—, de motor? Llegados a este punto, me pregunto si no habremos tenido dos problemas diferentes que han coincidido en el tiempo y no uno, como creíamos. Por un lado el del propulsor y por otro, solo el del diseño del RB10, que para colmo, ha usado al primero como excusa.

El martes de inicio de los entrenamientos en España, el propio Adrian Newey se refirió a un mal montaje de las suspensiones (lo denominó «problema estúpido») para justificar que Sebastian solo hubiera podido dar unas cuantas vueltas al circuito y el equipo perdiera la práctica totalidad de la primera jornada. El miércoles surgieron los problemas con el motor y obviamente eclipsaron cualquier otro tipo de inconveniente o «problema estúpido». El caso es que el ingeniero británico se marchó de Jerez para rediseñar el RB10...

Pero, ¿se está rediseñando el monoplaza austriaco para adaptarse a la unidad de potencia de Renault, o para solucionar otro tipo de problemas de los que no hemos conocido nada entre tanto barullo? Sin duda, este humilde servidor pagaría por saberlo.

Os leo.

1 comentario:

Interlagos dijo...

Mira, por dónde, aquí van algunas respuestas (las pocas claves que se dignan contar):

http://www.caranddriverthef1.com/formula1/noticias/2014/02/17/87435-newey-asume-su-responsabilidad-en-los-problemas-del-rb10

Un saludo!