lunes, 9 de septiembre de 2013

El equinoccio según San Michael


Ahora que he tomado conciencia de que dentro de quince días nos veremos las caras en Singapur, me ha venido a la memoria Michael Schumacher, concretamente la manera que tenía el alemán de implicarse en el circuito asiático que se celebra a la luz de las velas. Si mal no recuerdo, de sus tres intervenciones allí sólo concluyó la primera, la de 2010, porque en 2011 se ponía por montera a Kamui Kobayashi y al año siguiente, a Jean-Éric Vergne.

También recuerdo que en 2008, temporada en que se pensó que el trazado iluminado terminaría contagiando todo el calendario, Mark Webber sufrió algunos poltergeist en la caja de cambios de su RB4 al pasar sobre el tendido de cables de la línea de metro, en la misma carrera en que Piquet Jr. llamaba con la mano al Safety Car, jugándose el tipo como un perfecto cretino.

Cómo olvidar todas estas cosas en una tarde en la que sigo esperando que Maranello anuncie la renovación por tan sólo una sesión de Felipe Massa, en la que anhelo la nota de prensa con que Pirelli nos diga que para Suzuka y Buddh caen los medios y los blandos y que para Yeongam, a pesar de que se prometió modificar la elección para este año, se mantienen los superblandos y los blandos de siempre, por si las moscas…

Pero volvamos a Michael, a ese rudo piloto que me cae como el culo pero al que nunca negaré que conducía como pocos en la historia de nuestro deporte. El individuo que tuvo el arrojo de llamar las cosas por su nombre y poner a Pirelli contra las cuerdas al afirmar tajante que conducir como pisando huevos no es precisamente conducir dándolo todo ni cosa de pilotos de pelo en pecho. El tipo que arrugó la rodilla tras haberlo ganado todo para caer derrotado por una Fórmula 1 en la que se duerme hasta el tato, donde los adelantamientos son de mentirijilla y hay tantos botones en el volante que uno termina perdiendo el sentido, como le ocurrió al de Kerpen en Singapur 2011 y 2012 bajo la luz del experimento de hacer carreras nocturnas porque lo de ponerlas en mitad del desierto ya no sorprendía a nadie.

Y el caso es que Singapur, una carrera lenta y sosa como pocas, que tiene como único aliciente que se disputa de noche, cobra esta temporada estatus de equinoccio a partir del cual, los días serán cada vez más cortos hasta que lleguemos todos juntos y agarrados de la mano al fin del mundo conocido, el lugar al que los navegantes más valientes llaman Interlagos.

Tiene su gracia, no me digáis que no. Que la mecánica, incluso la aerodinámica, hayan perdido peso en favor de unas cosas insustanciales que servían hace años como sencillas herramientas y que ahora hacen de vedettes, es de risa en una actividad que se autoproclama como el máximo exponente de la competición deportiva. Porque las ruedas, ese componente que antes ayudaba a que el vehículo exprimiera sus prestaciones y que ahora pone las cosas difíciles a los departamentos de ingeniería incluso desde el mismo tablero de dibujo, van a resultar claves sobre el circuito más artificial de todo el campeonato, Singapur, y ahí nos la jugamos, señores, con lo que podemos decir que el Mundial, éste para ser concretos, se resolverá dentro de dos semanas, en primera o tal vez última ronda, en un parque de atracciones bien iluminado.

Michael, con aquello de «parece que conducimos pisando huevos» había dado en el clavo, quién sabe si tal vez ser consciente del calado de sus palabras. Pisan huevos pero les llamaremos héroes, el equinoccio según San Michael. Algo para recordar y sin duda para contar a nuestros nietos cuando estemos gastados y reconozcamos en nuestras ojeras y arrugas, que lo vivimos y pudimos contarlo.

2 comentarios:

csm dijo...

Pues tiene su gracia haber llegado a este punto de no retorno y de aburrimiento siendo (o debiendo ser) un deporte de riesgo y adrenalina.

Hoy he escuchado que el albatros es un ave que duerme mientras planea, y mira tú, no sé por qué me he acordado de Vettel...
Un besote, Josetxu!

J-CAR dijo...

Según San Bruce...
https://www.youtube.com/watch?v=MUV86v9W4HM
¡Saludos!