martes, 10 de septiembre de 2013

El milagro italiano


Los anglosajones son más listos que el hambre y que los alemanes, por supuesto. No hablo de inteligencia mensurable en percentiles, sino de esa afilada textura mental que permite a los primeros asimilarse a aquello que les gusta, apropiárselo y convertirse así en seres reinventados bajo el barniz de otros. En nuestro país tenemos algunas bonitas muestras: el hispanista Gerald Brenan y el historiador Paul Preston, por ejemplo, o tirando más lejos, el propio Washington Irving, que aunque americano, era escocés por parte de padre.

Hablo fundamentalmente del mundo de las letras porque es en el que mejor me manejo, aunque en otros ámbitos también encontramos hijos e hijas de la pérfida Albión que se han quedado o que no dejan de pasar por aquí ni así los maten. Hace nada han puesto el nombre del ex primer ministro británico John Major a una avenida en Candeleda, Gwyneth Paltrow es hija adoptiva de Talavera de la Reina, Melanie Griffith (americana como Irving) es casi malagueña y Nick Clegg, viceprimer ministro de Cameron, veranea en Olmedo junto a su esposa Miriam González Durantez y seguro que se acaba ganando una calle... Son demasiadas coincidencias como para pensar que no hay más británicos por ahí sueltos, en áreas como la ingeniería, las finanzas o la arquitectura, etcétera.

Nos queda por supuesto el inglés que vino a Bilbao, el de la canción, el que después de ver a las bilbainitas no se quiso marchar, y la sensación de que el Duque de Wellington, de no haber tenido que liberar Europa de las garras de Napoleón, también se habría quedado entre nosotros. ¿Cómo va a soltar esta gente Gibraltar?

Pero a lo que iba. Italia no es muy diferente de España en eso del sol y el buen yantar y buen disfrutar —para muestra Vacaciones en Roma (Roman Holiday), del gran Willy Wyler—, de manera que Pat Fry, que formaba parte de aquel séptimo de caballería que reclamaba la afición y la prensa para que Ferrari dejara de ser de una vez por todas italiana, como si el milagro pudiera ser posible, se nos ha italianizado entre las manos. 

El de Shepperton, por muy british que sea, dista poco ahora de un italiano medio de esos que abundan en La Scuderia y en cuanto salió el nombre de James Allison (británico también, of course!) como pieza clave para sustituirle en el cargo, hubo quien comenzó a frotarse las manos y a soñar de nuevo con un milagro que por razones misteriosas e incomprensibles se ha pospuesto sine die en el tiempo.

Milagro, milagro... Esto de esperar milagros es muy mediterráneo, razón por la cual somos tan dados a ver magos y hechiceros por todas partes. Ferrari también cree en ellos, no lo olvidemos, aunque por sí misma y en este deporte, sea uno y bien grande, capaz de conseguir las más altas cotas o caer en el más profundo de los abismos, en lo que dura un miserable pestañeo. 

Y capaz también de atrapar con sus encantos a cualquier británico que caiga en sus redes, y por supuesto, de conseguir que en cuanto Allison se acomode en Maranello comience a comer spagueti o pizza sobre la mesa de trabajo. ¡Al tiempo!

Os leo.

1 comentario:

GRING dijo...

¡Qué fino eres!. Hijos de la Gran ...Bretaña les llamo yo. Ferrari puede contratar a todos los british que quieran,ingenieros,mecánicos,pilotos...que ya ganarán cuando los innombrables quieran que gane.Lo mismito que Madrid los JJOO,vamos.Saludos