El escrache

Por suerte lo he dejado escrito en este blog y bastantes veces, con lo que cuando Red Bull termine consigo misma, que lleva camino de hacerlo, me sentiré el hombre más satisfecho del mundo, ya que la austriaca, como predije, se ha enfocado ultimamente a arruinar la vida y milagros de Sebastian Vettel y su propia y breve historia en F1, perseverando en esa moñez de hoy enmarcarse como la más honesta escudería y mañana, posicionarse como el más feroz hombre del frac.

Su modelo publicitario pasa por no hacer publicidad aunque en el fondo la haga. No invierte un duro en imagen directa, que diríamos, todo es indirecto con ella pero terriblemente eficiente, de manera que cuando llega el momento, como ha ocurrido recientemente, basta que insinúe que está molesta con determinadas cosas, para que el mundo cambie a su alrededor desfilando al paso de la oca, como los chicos de la wehrmacht ante Hitler.

A ver, a Red Bull no le gustan estas Pirelli, está meridianamente claro, ni siquiera cuando la milanesa ha cumplido su promesa de antes de Bahrein, cuando reaccionó dócilmente ante el primer tirón de orejas recibido y planteó que iba a cambiarlas para Barcelona y que para Silverstone ya se vería si las modificaba de nuevo, que seguramente iba a ser que sí. Sintetizando, el primer cambio de modelo de compuestos no ha sido del gusto de Milton Keynes y ha salido incluso Dietrich Mateschitz, el boss de la cosa, para reclamar una modificación más rotunda porque sus coches valen una mierda con la delicadeza propuesta por la italiana que nutre de neumáticos el campeonato.

Lo de menos es que el domingo pasado, en Montmeló, la cagada monumental de la del Toro Rojo tuviera poco que ver con las gomas, y mucho con una estrategia idiota aplicada sobre el cabecilla del equipo. Al hilo cabría preguntarse a qué coño estaban jugando con Mark Webber (fue a 4 paradas desde el inicio), si lo toman en serio como dicen, si el aussie es importante o sólo una excusa para que los vettelistas sigan jugando a las estadísticas con él para mayor gloria de su compañero alemán, o si en el fondo, y como todo el mundo sospecha, al australiano le ha mirado Marko con el ojo de cristal desde Malasia y le toca correr con la peor parte para que deje de molestar, fundamentalmente.

Sea como fuere, esta sección de la historia está cada vez más y más diáfana, así que conviene dejarla de lado y centrarse en Vettel y en cómo triunfaba sobre vientos y mares, océanos y tempestades, cuando según se extrae de las presiones de Mateschitz, las gomas acompañaban a Red Bull aunque estuvieran jodiendo a la competencia.

¿Qué ocurre, que si Seb no pita el mundo se ha puesto en su contra? ¿Adrian es un mago a tiempo completo o sólo cuando Pirelli se pliega a sus necesidades? ¿Red Bull es Red Bull, o tiene un componente Pirelli que se nos ha estado ocultando? ¿La austriaca sólo sabe correr con gomas duras, o lo de que era el exponente a seguir ha quedado en agua de borrajas…?

Mateschitz, con su escrache sobre la italiana nos ha venido a decir que Fernando llevaba razón el año pasado cuando dijo que Ferrari no luchaba contra Vettel sino contra Newey. Podeís tomarlo como os apetezca, hoy aguanto todo, pero el patrón de la de Milton Keynes ha enfatizado con sus estúpidos tejemanejes, que el tricampeón, su chico, necesita que el mundo sea perfecto para mostrar sus dotes, y que por tanto, los que dudábamos de su pericia para enfrentarse a las dificultades, no sólo llevábamos razón, sino que estábamos en lo cierto.

Nos quedan 14 carreras que por desgracia ya han sido moldeadas a la manera Red Bull gracias a sus presiones, 14 finales en las que se puede demostrar que no siempre gana quien más poder tiene, sino quien mejor juega sus cartas y demuestra su autoridad sin paliativos ni componendas… Y no en los platós, donde todo está controlado al milímetro, sino donde hay que hacerlo: sobre los circuitos.

Os leo.

[Publicado en Diariomotor]