Uno de los aspectos más cachondos de discutir sobre Fórmula 1 reside
en encontrar un punto de encuentro en el cual apoyarse para concertar un
acuerdo, o para avanzar o en su caso retroceder, ya que mal que
queramos, nuestro amado deporte es un señor que peina muchas canas si
tomamos como cierto que nació en 1950, y un anciano venerable si miramos
a nuestra espalda para verlo irrumpir ruidosamente en los albores del
siglo XX.
En todo caso, creo que podemos convenir en que ha pasado mucho tiempo
desde que hay deporte sobre el que discutir, y en que éste no ha
reparado en gastos a la hora de cambiar su aspecto e idiosincrasia,
modificando con sus impertinencias las diferentes etapas que jalonan la
historia de la F1.
Es cierto que siempre nos quedan las
estadísticas y los números, y por supuesto las sensaciones, pero
considero que hay que andarse con mucho ojo a la hora de manejar tanto
dato y tanta vibración, no sea que el saldo resulte como ése que en base
a un riguroso estudio afirma que los españoles somos mucho más
ricos que los alemanes, a cuenta del cual, los conciudadanos de la
Merkel nos miran aún con más saña que hace un año.
En fin, es domingo y tras una semana impregnada por los aromas de Red
Bull y Pirelli, conviene reposar los contenidos, por supuesto templar
los aceros para tenerlos listos y en perfecto estado de revista dentro
de una semana exacta, pero sobre todo, necesitamos recobrar la
conciencia de que vivimos tiempos marcados por sus propias circunstancias, en los que cualquier comparación con épocas pretéritas puede dar con nuestros huesos en el suelo.
No, ahora no es posible comparar salvo en un abanico de muy poquitos
años. Ni siquiera se pueden establecer paralelismos entre el Kaiser de la rossa y el kaiser chiquitito de Milton Keynes. La aerodinámica ha cambiado sustancialmente, lo mismo ha sucedido con la manera
que tienen los coches de aprovechar el asfalto. Se han modificado los
rendimientos de los vehículos, las ayudas que reciben o disfrutan, las
gomas, el concepto de estrategia, etcétera. En definitiva, todo es
diferente aunque por pura costumbre todavía no lo percibamos en su
auténtica dimensión.
De 2009 aquí, sin ir más lejos, hemos sufrido los dobles difusores,
los escapes sopladores, un sinfín de siglas: F-Duct, DRS, D-DRS, D-DRS
pasivo, KERS, también diferentes conceptos de flexibilidad, etcétera.
Parece una idiotez decirlo, pero no recuerdo cuatro años más densos en
novedades. Antes, los pasos se daban reposados pero vivimos atmósferas
violentas que nos obligan a caminar a zancadas mientras miramos a los
lados por divisar si nos hemos perdido algo. Es una cuestión de ciclos.
Hace mucho, un mismo chasis daba servicio durante varias temporadas, hoy
apenas vale lo que tres o cuatro carreras. No hace tanto los coches se
cruzaban sobre la pista al salir de una curva y ahora como quien dice,
van todos más o menos sobre raíles, con ligeras diferencias, obviamente.
Me dejo de historias, lo que sí es posible y recomendable, si se me
permite decirlo, es continuar disfrutando de un deporte que sigue
mostrándose vivo por muchos años que pesen sobre él, y que mantiene un
denominador común: el hombre que pone el alma que la máquina necesita
para correr. Ahí sí que sigue residiendo la magia.
1 comentario:
Hermosísima reflexión.
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