Veni, vidi, vinci

La desolación porque Fernando ha cedido la cabeza de la clasificación a Sebastian ha llegado incluso a empañar lo logrado por el asturiano a lo largo y ancho de la sesión. Si el año pasado por estas fechas, el de Oviedo naufragaba a 137 puntos del mismo tipo que hoy le saca 6, la culpa de aquello la tenía la misma Ferrari de ahora, aunque con diferentes argumentos: el 150th Italia era conservador y por ende, una castaña; Maranello se la había cogido con papel de fumar en su diseño y así no era de extrañar nada. Doce meses después, seguimos igual pero con otro argumento de peso, que consiste —aunque resulte sonrojante sólo insinuarlo— en que el F2012 es demasiado radicalote, demasiado complejo y diferente, y así no es de extrañar nada…

Pasando por alto el hecho de que si Fernando hubiese podido puntuar en Spa y Suzuka los tifosi, los pseudo tifosi, los enemigos de la rossa y la madre que nos parió a todos, estaríamos viendo el mundo en colorines por mucho Vettel que arrasara carrera tras carrera, como venía a decir el otro día, nos corroe la impaciencia y hemos perdido el temple que antaño distinguía a los buenos aficionados, porque todos queremos disfrutar del deporte llegando, viendo y venciendo, como el mismísimo Julio César.

Lamentablemente, César sólo hubo uno y por ello, al resto de los mortales nos queda conformarnos con las migajas de un aserto poético, el de don Julio, que rara vez alcanza una aplicación tan rápida y sencilla en la vida cotidiana como nos vendieron, mucho menos en el deporte.

Háganse a la idea, todos Julio César, todos queriendo llegar, ver y vencer… Pues eso mismo.

La cosa ésta también pasa porque la prensa especializada y la otra, de tanto dar palos de ciego, ha terminado por complicar el asunto integrando al acervo popular conceptos tan modernos como magia para explicar lo que sencillamente no se comprende (por no mencionar lo que cunde el sr. Coanda). Bien está admitir en su descargo que la FIA y los equipos no lo ponen demasiado fácil con tanta pantalla humana y tanta chanfaina como las que rodean de silencio y ocultismo a sus engendros, a la vez que adornan de sabiduría a los supuestos sacerdotes que nos traducen de qué va la cosa. Lo que me lleva a pensar que siendo sensatos tal vez deberíamos admitir que en general se nos ha ido mucho la olla, hasta el punto de que los seguidores de tal o cual piloto, ahora mismo, venderían su alma al diablo porque el suyo, sí, ése, ése mismo en el que está pensando cada uno de vosotros, llevara bajo el culo un RB8.

Pero el caso es que como en lo que comentaba sobre Julio César, RB8 sólo hay dos, gracias a Dios, aunque uno de ellos sea el que realmente cuenta, y al resto de integrantes de la parrilla les queda pelear con lo que tienen para doblegar la voluntad divina, bregando, sudando. Vamos, como ha sido siempre desde que el mundo es mundo.

Dicho esto, para ganar guerras hay que asumir siempre que se perderán algunas batallas, y puesto que a los seguidores del asturiano nos está tocando doblar la rodilla, pediría a los que ríen ahora que sean generosos en la victoria de Sebastian, pues prometo que cuando Fernando gane su tercer título en Interlagos, sabré recompensarlos. Mientras tanto, divirtámonos, incluso sufriendo, porque al fin y al cabo el sufrimiento es lo único que no ha cambiado desde que todo esto pasase de ser un deporte a ser un miserable espectáculo.

Os leo.

[Publicado en Diariomotor]