Ángeles y demonios [Australia]

Siento predilección por aquello que atesora dentro de sí alguna dosis de épica, y si ésta se desborda por cualquier circunstancia, no pudo sino plegarme a la evidencia de que estoy asistiendo a un momento que deberé recordar toda la vida, siquiera para decir que pude contemplarlo aunque haya sido a través del televisor.

Comenzaba todo esta mañana. Fernando la cagaba en la salida, sin paliativos, primero al perder agarre en la lanzada, y luego, clavándose en mitad de la pista tras realizar un medio trompo al abandonar la primera curva. Llovía. Seguía lloviendo, y me las he visto y deseado para elegir durante un minúsculo intervalo de tiempo a quién entregaría hoy mi corazón, pues el Nano se quedaba rezagado, y aunque era previsible una bonita remontada como las que hicieron en su momento Kimi y mi Felipe por llevar un Ferrari y no un hierro, necesitaba agarrarme a un clavo ardiendo de manera deseperada, cuando Kamui partía el encuadre televisivo como un auténtico kamikaze. ¿Dónde están Jaime, Pedro, Robert?

He recuperado el sentido al ver a Lewis atacando a degüello, y he pensado en lo que sería de él si le hubieran dado el tiempo que a todas luces necesita, porque hay que reconocer que aunque un poco capullo, es grandioso cuando se pone. Delante Sebastian, dominando. Llovía. Y continuaba lloviendo cuando entraba un McLaren en los garajes para salir calzado con neumáticos lisos, abandonando el pit-lane cimbreando, con problemas para mantenerse en pista, luchando por encarrilar la zaga de su vehículo. ¡Bobo!, he pensado.

Más tarde, cuando los demás han entrado en tropel a boxes, he comprendido mi error, que la historia no iba hoy de hombres, sino de ángeles y demonios, y que Jenson se la había jugado al todo o nada, cobrándose ese puntito de fortuna que hay que buscar con las manos y los dientes apretados.

Fernando doblegaba rivales y apuraba los huecos dejados por los que iban abandonando. Jaime trataba de tú a tú a un Kaiser que empieza a comprender lo duro que resulta todo esto. Pedro luchaba a brazo partido con su propio monoplaza. Kubica se despendolaba lamiendo los puestos de cabeza con el hijo del ornitorrinco, manteniendo a raya a un Hamilton desbocado y ávido de quitarse de encima el sanbenito de niño mimado. Webber peleaba con su propio pasado, el mismo que le ha negado siempre hacer algo interesante ante su público, y que ha triunfado hoy de nuevo. Y Sebastian probaba por segunda vez en dos semanas, el mayor de los amargos reveses, la cabronada que supone doblar la rodilla cuando en apariencia se tiene todo de cara porque se ha currado de lo lindo.

Jenson encontrabra el premio a su arrojo y terminaba primero. Robert le seguía a corta distancia, con un Renault que no se merece el esfuerzo del polaco. Felipe, a quien hoy el equipo ha protegido tal vez en exceso, cerraba el podio compuesto por una pandilla de ángeles que enfatizan que este año, más que nunca, la cosa va de manos, de temperamentos, y no tanto de máquinas.

Y detrás de ellos, los caídos, los demonios más oscuros: un Fernando que no puede ser contestado salvo por los que no tienen ni puñetera idea, pues tras su enorme remontada se ha plegado a defender a su compañero cuando éste se ha comportado con él de manera bastante cicatera. Un Lewis que hoy ha andado supremo en las defensas (pocas) y en los ataques (muchísimos), que no ha visto recompensado su trabajo porque Mark lo ha empitonado como un Miura en Estafeta cuando apenas quedaba nada, dando al traste con un esfuerzo que merece quitarse el sombrero, no empañado ni por sus infantiles palabras al término de la prueba. Un Nico que apenas se ha dejado notar, pero que al final estaba donde debía estar: azuzando al Nano y terminando cuatro puestos por encima del Kaiser. Un Chandhok que llevaba a Hispania Racing Team a terminar su primera carrera. Un Pedro que ha mordido el polvo sólo gracias a una estrategia en exceso optimista. Y un Jaime que apunta alto, y que hoy ha mostrado su cara más verbenera, llevando a su pobre Toro Rosso a un paso de entrar en los puntos.

Os leo.