El proceso de infantilización de nuestro deporte parece imparable, y no es que sea malo en sí, lo malo es que supone una mina a medio explotar para Liberty Media, convertida ahora en el Norte de nuestra brújula mientras se agota la veta.
Hoy he leído en Twitter a un sacerdote quejarse de que la peña prefiere infantilizarse dando la espalda a la religión, y, mira, he pensado inmediatamente en nuestro entretenimiento y en los términos en que recriminan los mayores a los recién llegados cuando el debate es puritita guerra perdida.
La chavalería ha aterrizado en esto como nunca imaginamos hacerlo nosotros, que teníamos que esperar a que la revista apareciera en el quiosco para empaparnos de lo que había sucedido el domingo anterior, o, con mucha suerte, leíamos al día siguiente la crónica de alguien que había ascendido de la sección de sucesos y necrológicas a la de deportes, y juraba por sus zapatitos de primera comunión que acababa cubriendo internacional porque así podría pedir matrimonio a la nena y ver cómo compraban pisito.
Antonio Lobato hacía fútbol antes de meterse en Fórmula 1 y, claro, nada más llegar preguntó dónde estaba la rueda de repuesto en un monoplaza [Volando sobre el asfalto]. La gente se lo sigue afeando, pero era eso o tirar de lo que decían la Autosprint, la Autosport o la Motorsport, como hacían otros, que no es por nada, la Sport Auto francesa era de periodicidad mensual... ¿os imagináis ahora lo que supondría aguantar treinta días a que te contaran lo que ha sucedido en las últimas tres pruebas?
Ha cambiado el periodismo, la actividad, la vida, hemos cambiando nosotros, las criaturas disponen de herramientas de comunicación impensables hace cuarenta años, alcanzan más eco y hay que aguantarlos, que decía aquél, pues, a la mínima, te restriegan por la cara una estadística que supone un torpedo en línea de flotación. Los viejos envejecen, muchos de mala manera, también hay que anotarlo, y se defienden como buenamente pueden porque sus recuerdos dependen de la memoria, esa bastarda que está en desuso en la actualidad y se lleva tan mal con la Wikipedia e Internet en general, básicamente porque carece de los obligados enlaces a Google que suponen el nuevo criterio de autoridad.
Mi bendito Joserra vio correr a Farina, a Fangio y los de su cuerda. Jamás le pedí referencias, yo escuchaba y lo envidiaba en silencio...
En las letras que Steffi nos brindó en Nürbu sobre Mario Trucco [Mario Trucco], me resultó sumamente sencillo meterme en la piel de la marplatense porque he vivido experiencias muy similares. Pero como decía hace unas líneas, nos infantilizamos a marchas forzadas por mor de la rentabilidad del espectáculo y conviene tomarse las cosas a otro ritmo.
Gracias a Dios no he envejecido tanto ni tan mal como nuestros vetustos habituales, pero os juro, por la madre que me parió si es necesario, que con veinte años me bastaba afirmar que seguía un deporte en el que mi astro preferido podía perder la vida el fin de semana siguiente, para que a mi alrededor se levantara un bellísimo muro de silencio y respeto.
Los críos no saben de esto, ni lo pueden valorar. Se lo pierden, seguro, aunque está bien el nuevo diagrama: menos muertos a cambio de más gilipollas por centímetro cuadrado dando la murga en redes sociales. Gilles Villeneuve lo aprobaría, James Hunt también, pero quién se acuerda del británico, ni de lo que supuso su único título mundial...
Os leo.
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