Supongo que se nota (y bastante) que hace no mucho encontré y abrí una de esas cajas que traían tesoros y han viajado conmigo desde Padre Larramendi y Las Arenas a mi actual domicilio en Gorliz. El reencuentro ha sido feliz, no temáis.
Mi suegra sentía temor y rechazo por mi afisión a leer, y me ponía tantas trabas para impedir que pudiera acceder a mi biblioteca —el cuarto de la Tía Rosario llegó a parecer Hué durante la ofensiva, había que entrar allí casi a bayoneta calada—, que, seguramente, la bendita caja que aludía al comienzo vino directamente de Bilbao, donde había menos fuego enemigo. Imaginaba la pobre que, salvo la Biblia, algunas vidas de santos y las biografías de gente seria, no como su yerno, los libros llevaban el demonio en su interior, cuando lo que pasa es que no son nada hasta que los abres y te zambulles dentro.
Pero a lo que vamos. Os he dicho muchas veces que con el automovilismo conviene abrir el foco y a ello nos metemos ahora mismo...
La Fórmula 1, por ejemplo, no comenzó a ser la máxima categoría hasta finales de los ochenta y comienzos de los noventa del siglo pasado, que fue cuando se asentó como epicentro de la tecnología y Bernie empezó a sacar astillas al impacto de figuras mediáticas como Ayrton Senna. Pero antes la Resistencia nos quitaba las pegatinas en todos los sentidos y no pasa absolutamente nada por reconocerlo aunque sí conviene tenerlo en cuenta. Obviamente, si hablamos de pruebas de larga distancia hay que tocar sí o sí Le Mans, la Targa Florio y la Mille Miglia, que hasta 1957 fue la prueba con más prestigio de la época por su dureza y por la calidad y variedad de sus participantes, hasta que, una vez dejó de celebrarse, el testigo pasó a las 24 Horas.
Sintetizar nunca es una buena idea, pero grosso modo he esbozado en el párrafo anterior una de esas verdades que les cuesta muchísimo digerir a las nuevas hornadas de aficionados, y en la que encaja el volumen que traigo hoy a estas páginas: The Mille Miglia (Miura Publications Ltd, 1988), en la edición publicada por la londinense B.T. Batsford dentro de su colección The World's Greatest Motor Competitions.
El escritor Mike Lawrence aborda la historia completa de la Mille Miglia a modo de cronología, es decir, por años consecutivos y desde 1927 hasta 1957, dando especial énfasis a las marcas y a los pilotos que contribuyeron a dotar a la prueba de una vitola imperecedera. El trabajo no es erudito y en determinados apartados se hecha en falta una mayor profundización, pero así y todo, sus 194 páginas suponen una valiosa herramienta que nos permite acercarnos a la magnitud de la carrera, contando para ello, también, con un apartado gráfico bastante nutrido que hace aún más agradable la lectura.
Veo que a pesar del tiempo transcurrido está disponible en plataformas como Amazon y por un precio no excesivo, de forma que, como hago siempre, os recomiendo esta pieza, no tanto porque pueda ayudarnos a entender dónde carajo vamos, pero sí para que conozcamos (al menos) de dónde venimos.
Os leo.
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