jueves, 23 de marzo de 2023

Mario Trucco


Cuando lo conocí ya la niebla cubría sus ojos. Lo que más me impactó fue su voz: calma pero fuerte, con palabras que hacía mucho no escuchaba. En cierta forma, me llevó a una lejana niñez donde la radio y los periodistas hablaban a su audiencia de otra manera, ¿más culta quizás?

Hacer un recuento de todo lo que hizo Mario Trucco en su dilatada carrera es un poco repetir lo que colegas y medios han dicho de él. Su aporte al periodismo, al periodismo marplatense, es algo por lo que siempre se le estará agradecidos.

Hoy quiero dedicarle unas palabras al Mario que conocí, aquel a quien, me declaro en deuda, no pude acercarle mi tesis sobre Fangio para que la escuchara. Ese Mario que, cuando hablamos la primera vez, me abrió las puertas de su casa —«vení cuando quieras menos los miércoles, ese día nos juntamos con los muchachos»— y las de su memoria.

Con Mario, con su forma de hablar y recordar (quisiera llegar a su edad con su misma lucidez), me sentí transportada a aquel accidente en 1949. Se disputaba el Gran Premio Ciudad de Mar del Plata. La curva mezcló a los pilotos y, con el estruendo, todos pensaron que había sido Gálvez el que perdió la vida. «Era una de mis primeras coberturas con el diario. Pero yo no me acerqué al lugar del accidente. Era joven, tendría unos 18 años. Uno de los fotógrafos que estaba conmigo me dijo que no fuera. Pobrecito. Había quedado destrozado». Era Adriano Malusardi quien nunca terminó la curva.

Así, también compartí con él otros recuerdos surgidos en la redacción del Diario La Mañana y el de aquel pibe que se cuela en la foto —en la instantánea, El Chueco explica una maniobra con sus manos a un reducido grupo de periodistas totalmente entregados; tras el maestro, recortado por el encuadre, apenas un chiquillo vestido con camisa blanca y saco negro, que, con el tiempo, se convertirá en uno de los profesionales más respetados de la Argentina.
 
«El pibe que se coló en la foto»

Y Rosita, su compañera. Siempre aparecía en la conversación ya fuera porque «le estoy dando trabajo» o porque dejábamos para otro día buscar revistas y demás ya que era ella quien lo ayudaba a bajar las cosas. 

De Mario me quedo con su profundo conocimiento del deporte (y de todo...), con su hablar pausado, su voz profunda, y con el agradecimiento infinito por haberme concedido un poquito de su tiempo.

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