Huída en blanco y negro

La sensación ante Williams es de brazos caídos. Poco se puede decir de un proyecto que ha nacido maltrecho y con numerosas deficiencias, que para colmo de males está siendo tratado por los plumillas como si estuviera en posición de disputar el Mundial a Mercedes AMG y Ferrari. Oh, wait!

Se me suele quejar la chavalería de este tipo de acusaciones aunque, a la hora de la verdad, quien más quien menos, admite que sin coche no hay nada que hacer en nuestra moderna Fórmula 1, que ésta ya nos la sabemos, para que negarlo.

Es el caso, y si ya es jodido tener que andar cubriendo las primeras carreras del campeonato haciendo pretemporada, más aún con un hierro como el FW42, del que dicen que ya se han descubierto sus puntos débiles pero cuyo horizonte de progreso no se intuye en 2019, precisamente, sino más allá, que decía aquél. ¿2020. Acaso 2021 coincidiendo con el próximo cambio de normativa...?

Así las cosas, mientras la gente se entretiene catalogando a Kubica o Russell por sus hazañas en pista (sic), la vida nos pasa por encima o nos devora. El monoplaza británico es el peor de la parrilla y con creces. Nació prácticamente muerto porque Grove no se puede permitir no participar en el negocio ni en el espectáculo, y admitámoslo también, porque las exquisiteces de nuestro deporte impiden recurrir al vehículo del año pasado o el anterior con tal de salvar los muebles, como hizo McLaren con el MP4/18 en 2003, por ejemplo.

Estamos en plena era híbrida, pero hasta en esto hemos empeorado, y así unos corren en color y otros se contentan con huir en blanco y negro.

Os leo.