jueves, 4 de abril de 2019

A la salud de Charlie


Debo estar tonto —más que de costumbre, seguramente—, pero he sido incapaz de leer una sola línea crítica con la labor de Charlie Whiting y en vez de ello, me he topado con muchas de agradecimiento para su persona.

Los sistemas clientelares funcionan así. El curro por la seguridad en la competición se lo hace la GPDA (Grand Prix Drivers' Association) y acabamos dándole las gracias a un individuo que se la pasaba por el forro de los pantalones si el espectáculo lo precisaba, lo mismo que el reglamento y tantas y tantas otras cosas.

Es jueves tempranito y en realidad no pretendía hablar de Whiting y sus denuedos por la seguridad, sino del sistema clientelar que se montó repartiendo favores que han sido puntualmente recordados ahora que ya no está entre nosotros. Y es que debiendo tanto parece muy complicado mostrarse crítico, y de esta forma, entre lo pernicioso que resulta morder la mano que te da de comer y que como te descuidases o pasases de listo el de Kent te aojaba, la historia de nuestro deporte se ha escrito en modo dirección única.

Iluso de mí, pensaba que el fallecimiento de Charlie nos iba a permitir abrir las ventanas para que entrara el aire, no tanto por venganza o por un revisionismo sagaz que sin duda nos hace mucha falta, sino por ser honestos con nosotros mismos y encajar las piezas que componen la Fórmula 1 en su auténtica localización.

Con el despunte de Leclerc en Bahrein se ha rescatado la verdad oficial de 2007, aunque sin incorporar a Whiting sigue sonando a cuento chino.

Él estuvo allí y fue clave para su desarrollo. Siendo sincero, diría que sin su contribución y el silencio cómplice de la red de favores que tenía organizada a su alrededor, nuestro mundo sería muy distinto y la competición bastante más limpia, y seguramente el espectáculo resplandecería sin artificios.

Hablo en el desierto, lo sé, pero es jueves, y muy temprano.

Os leo.

1 comentario:

germansp dijo...

Aún resuenan las palabras de un piloto innombrable sobre la conveniencia de no abril la boca durante los briefings de pilotos por temor a que se aplicara la normativa junto a una cabeza de caballo.