sábado, 9 de febrero de 2019

Charlie y la fábrica de chocolate


Todo lo que puede empeorar acaba haciéndolo y sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta. Al paso que va la burra, entiendo que el contrato que liga a nuestro gran prevaricador a la Fórmula 1 se extiende hasta el infinito y más allá, que diría Buzz Aldrin, o en el mejor de los casos, se extinguirá con el Pacto de la Concordia, Dios sabe cuándo...

Soy consciente de que el bendito pacto tiene fecha de caducidad y que el infinito y más allá es un ámbito a mano sólo de héroes como el de New Jersey o su alter ego juguete, Buzz Lightyear. 

No sé si os lo he contado, pero tengo entre mis más preciados tesoros un Lightyear de plástico, aunque uno de mis cuñados mayores me gana por la mano y tiene, sobre el aparador del comedor de su casa, constancia gráfica de que un día estrechó la mano del bravo astronauta y compartió con él recepción con almuerzo en Washington, creo que cuando Bill Clinton habitaba la Casa Blanca durante su segundo mandato.

La vida es injusta. Anhelo tomarle prestada esa foto para escanearla y apañarme con el Photoshop un posado al estilo Forrest Gump —luego se la devolvería, claro—, aunque como compensación intuyo que, de saber realmente quien soy, él querría escribir como yo, dibujar como yo, hacer tortillas españolas como yo, levantarse por las mañanas como yo y decirse ante el espejo: yo te perdono. Todo con tal de que disfrute de una nueva oportunidad aquel chiquillo que fui, de ojos verdes, pecoso y rubio, que caminaba agarrado de la mano de su madre cerrando los ojos para que el sol no les hiciera daño mientras pensaba en submarinos y cohetes espaciales...

La vida es injusta, repito. El martes que viene vuelve a irse mi hermano Julián. Cuatro años ya. Y es injusta porque también sé que Charlie debía haberse jubilado y el tío sigue ahí, imperturbable, innacesible al desaliento, velando porque a nosotros no nos falte nuestra ración de espectáculo puro, con agujeros en el reglamento que aún llenan de desconcierto a Kip Thorne; con decisiones arbitrarias, con buenos y malos, con niños consentidos y tipos a los que hay que pasar por la quilla en cuanto mueven un párpado si no merecen antes una buena ración de latigazos.

No está Fernando en la parrilla 2019 pero trabajo no le va a faltar al británico. Estrenamos normativa, ¡a ver con qué nos sale Charlie esta temporada!

Os leo.

2 comentarios:

Josemi dijo...

Hombre, pues a mi las decisiones de este hombre me parecen perfectamente logicas y predecibles, una vez que le cojes el tranquillo.

La idea clave es que la F1 no sigue los fundamentos modernos de la justicia, que inventaron anteayer los romanos, que si los hechos, los acusados, las pruebas, si no que se basa en sus propias formas de hacer las cosas, la corrupción, el favoritismo, el enchufismo y en general, el tirar siempre pro domo sua. Tenemos una pista en lo que los abogados de los derechos humanos llaman el "derecho penal de autor", donde la parte definitoria del desenlace es quien es el acusado.

Sospecho que desaparecido Fernando, el gran villano por excelencia del circo va a pasar a ser Richichi. La verdad es que es un tio que da muy mal para villano, es alegre y encantador, y deberia ser en buena logica de Hollywood el heroe de la pelicula. En fin, es lo que los americanos (incluyendo quizas a los de Liberty) llaman un miscasting, pero es lo que hay.

Anónimo dijo...

https://www.youtube.com/watch?v=LmkttnUPeKY



King Crimson