miércoles, 7 de junio de 2017

En Cheste, 115 vueltas


Hablar de Robert es recordar a los viejos guerreros, a esos poetas con espada que jamás se dan por vencidos. Hablar de él ahora, a pocos metros del Gran Premio de Canadá, es dar las gracias a que hace diez años saliera ileso de aquel terrible episodio que protagonizó en el Gilles Villeneuve. Luego, lo demás, incluso el accidente en Ronde di Andora y su vuelta a la competición, no ha sido sino la confirmación de que entre nosotros habitan héroes legendarios y que el de Cracovia es uno de ellos.

Muy pocos lo recuerdan —las cifras, sus frialdades y sus cosas, ya sabéis—, pero en 2008 nuestro caballero de la triste figura podía, debía, haberse proclamado Campeón del Mundo. 

Se cruzó en su camino la infalible mentalidad alemana, así, como suena. Mario Theissen llevaba tiempo larvando la salida de BMW desde el robo soportado en 2007. El BMW-Sauber F1.08 era rápido y bueno en manos de Nick y de Robert, y con la victoria de éste en Canadá el boss decidió que la de Munich ya tenía bastante.

En una de las decisiones más idiotas que recuerdo, se aparcó el desarrollo de aquel precioso cacharro para concentrar todos los esfuerzos en el coche de 2009. Kubica sacaba entonces 4 puntos a Felipe Massa y Lewis Hamilton, pero la decisión ya estaba tomada, y a la finalización de la campaña el polaco terminó cuarto, tras Kimi, a tan sólo 23 puntos del de Tewin.

Donde manda capitán no manda marinero, decía mi abuela, pero en aquel naufragio, supongo que como en todos, fueron los tripulantes quienes pagaron los platos rotos, en especial Kubica, quien a partir de entonces sigue siendo rápido y hermoso en pista pero gracias a nuestra flaca memoria y minúscula capacidad de análisis, pasa a engrosar las filas de los pilotos que toman malas decisiones sobre su carrera profesional, porque a veces —qué coño, la mayoría de veces—, ya las toman otros por ellos...

En fin, jamás sabremos que habría sido de Robert si a Theissen le hubiesen pesado algo menos los números que tenía que presentar ante el consejo de administración y un poquito más esa voracidad que se presupone que tiene un jefe de equipo que compite en Fórmula 1. El caso es que el de Cracovia comenzó pronto a compaginar las pruebas con monoplazas y los rallies, y en 2011, escapa de milagro de una muerte segura en Ronde di Andora.

Sería porque seguía llevando encima la imagen de Juan Pablo II, porque como decíamos al principio está hecho de otra pasta, o simplemente porque el Altísimo quiso seguir regalándonos a Robert para que comprendamos al cabo, lo que dan de sí la fe, el tesón y las ganas de superar cualquier escollo.

Nadie daba un centavo por este viejo guerrero que sigue ganando batallas en solitario. Nadie imaginaba que volvería a sentarse dentro de un monoplaza F1, pero ayer, mi Campeón del Mundo 2008 daba 115 vueltas al circuito Ricardo Tormo sobre un E20.

Os leo.

5 comentarios:

Josep Claramonte dijo...

Podría haberse coronado campeón, sí.
Fué líder y tenían un cochazo en las primeras carreras, pero luego se hundieron y les comieron el terreno.

Pero me he alegrado de verlo en el Renault!

Anónimo dijo...

Y luego hablan de la cerrada mentalidad nipona. :)





King Crimson

Ángel Rodríguez dijo...

Un grandísimo piloto Robert. Bastante (o incluso mucho) mejor que Lewis o Sebastian en mi opinión. Verlo fluir por Mónaco era un placer y un espectáculo. Una grandísima lástima cómo se truncó su carrera.

Keskus dijo...

Habiendo hecho mejores tiempos que Sirotkin, crees que podría entrar en la baraja para ser piloto de Renault? O como se ha dicho, tiene imposible pilotar los actuales monoplazas (después de las 115 vueltas lo dudo)

chema dijo...

Cierto, un auténtico campeón el polaco volador. Velocidad e instinto superlativos, al nivel de los grandes.