Demonios

Me he acercado a Las Arenas para visitar a los amigos y recoger el material que puntualmente me guarda Miguel. En el trayecto de vuelta, mientras leía los editoriales de Manuel Vega y los artículos de opinión de Eloy Entrambasaguas de los dos últimos números de Grand Prix Actual, a falta de meter mano a sus interiores tras el breve paso de puntillas que he realizado por ellos, no me he podido quitar de la cabeza ni la moñada de Vettel observando puntillosamente ese artilugio del maquillaje (Adrian dixit) que hoy le ha quitado la pole, ni la cara seria que tenía Lewis después de haber roto la magia y el previsible enésimo récord de Sebastian durante este año.

Como esta tarde pretendo hablar del patatal coreano de Bernie por aquello de ir poniéndome al día, voy a echar el ratito matinal a cuenta de la monserga (me lo parece, lo siento) de que Hamilton está descentrado con tanto viaje como realiza para estar con Nicole.

El caso es que con estas cosas suelo ser muy cauto. Sin querer establecer comparaciones odiosas, puedo decir bien alto que el grueso de mi trabajo creativo depende en extremo, como en el caso de los pilotos, de la concentración y la seguridad en lo que hago. Toda vez que a veces me encuentro seco de ideas, de seguridad y de concentración, o de todo a la vez, y que a veces camino por donde no debo y Nicole no tiene nada que ver en ello (¡ya quisiera ella!); con la firmeza que me otorga saber que cuando una deportista de elite flaquea, rara vez atisba el personal un machote o una vestal en el horizonte, me da que lo que le pasa a Lewis es otra cosa bien distinta.

Admito que en un deporte como el nuestro, dominado por la testosterona, el camino fácil sea recurrir a los estereotipos, y que habiendo una Nicole por medio... con mucha más razón, pero no todo en el mundo se puede reducir a sencillos axiomas en los que las faldas y los pantalones son protagonistas. También existen los retos personales, y conviene tenerlos en cuenta.

Por desgracia, durante el desayuno he leído a Oriol Puigdemont barruntar al respecto, poniendo su particular granito de arena en el asunto sin mencionar más de lo necesario a Fernando, y por supuesto, bajo la menospreciante óptica de siempre. Bien, el periodista de El País viene a decir a sus lectores que el piloto británico nunca se las había tenido que ver con un compañero más rápido que él (en referencia a Button, quien por cierto no parece sufrir ningún tipo de males a cuenta de su contacto con Michibata), ni siquiera cuando Alonso militó en McLaren en aquel aciago 2007 que recordamos todos, pasando por alto que el Lewis de 2011 ya no es aquél que vimos, y que ha crecido lo suficiente como para no aceptar ahora las ayuditas que le brindó su equipo hace cuatro años.

Hamilton quiere medirse a sí mismo. Tras su coronación como campeón mundial en 2008, ése y no otro es el camino que lleva recorriendo; el reto personal con el que está luchando ahora mismo; la razón que le llevó a desprenderse de los sabios consejos y desvelos de su pater familias, Don Anthony, para navegar solo y enfrentarse así a sus propios errores y demonios...

Lo gracioso del asunto es que desde mi óptica estaríamos ante un escenario de madurez que ha pasado totalmente desapercibido, en el que todas las variables que han llevado a apuntar a Nicole y aledaños como directos responsables, cobran un peculiar sentido al explicar por qué Lewis es capaz de lo más hermoso y lo más ruidoso sin despeinarse un pelo, ya que la búsqueda de los propios límites es siempre un trabajo arduo a la vez que desagradecido.

Yo no buscaría más demonios que los estrictamente necesarios.