Los experimentos, con gaseosa

El azar ha querido que se hayan juntado en la misma instantánea el mensaje «Si bebes no conduzcas» [When you drive never drink], unas protecciones bastante maltrechas, un coche descacharrado patrocinado por Tasmania, un piloto que parece necesitar que le repitan dos veces que sigue vivo, y unos comisarios que salieron por patas y han vuelto a sus respectivas posiciones después de un susto morrocotudo.

Como ya sucediera en el Gran Premio de Bélgica de 2018 [Rocket man], una idea de la FIA provoca un accidente y otra salva los muebles, que esta vez tengo que admitir que sí, que visto la que se metió Alex Peroni el sábado en Monza, el Halo en verdad le vino a ver al piloto australiano...

He sido muy detractor del coño cachivache incorporado la temporada pasada y aunque sea por ver a Peroni saliendo por su propio pie (aunque con una vértebra machacada, conmoción cerebral y algo de amnesia), desde ya mismo me declaro fan del artilugio. Otra cosa es que después del fallecimiento de Anthoine Huber en Spa-Francorchamps y todas las cosas que se han leído y comentado, me parezca señalar que tal vez la egregia institución sufre del mismo mal que se achaca a los conductores.

Y es que tanta medida de seguridad pasiva, Halo incluido, a lo peor ha llevado a la FIA a bajar la guardia en lo que respecta a la seguridad, porque a ver, ni al que asó la manteca se le ocurre poner una banana disuasoria en la zona de mayor apoyo de la Parabolica del circuito italiano. Empiezas por quitar la grava, tiras cemento, el personal pierde el miedo, pones una pieza de hormigón para que nadie se pase, y el resultado es un F3 despegando, cuyo accidente, afortunadamente, no nos ha pasado factura por el canto de un duro de los de antes.

Yo ahí lo dejo. Os leo.