martes, 30 de julio de 2019

La purpurina y la buena voluntad


Sin necesidad de pedirme como socorro el comodín del Ecce Homo de Borja, puedo jurar y juro, que durante edades, una parte importante de nuestro patrimonio artístico religioso ha desaparecido bajo toneladas de buena voluntad... o yacido bajo quintales de purpurina y Titanlux.

Las monjitas —así, en general— eran unas artistas en este arte del redondeo. ¿La talla tenía una falla en su película policromada?, pues nada mejor que tapar toda la túnica con un par de manos de pintura azul o blanca, o rosa chicle... ¿Que el retablo lucía sucio por el paso del tiempo, el oxidado de los barnices o la acumulación de humos? ¡Tráigame usted dos kilos de purpurina dorada, otros dos de plateada y un bote de 250 gramos de cobre, que ya verá cómo vuelve a brillar...!

Quien no sabe qué eran los cuernos de la televisión desconoce qué significaban para nosotros aquellos zafarranchos de combate que se organizaban en casa a la hora de ponerla como nueva en verano, en los que la lija, la paleta de esmaltes sintéticos y las benditas purpurinas, suponían elementos esenciales...

Advierten los expertos en conducta que nos pasamos la vida dando vueltas alrededor de unos hechos existenciales que se pueden contar con los dedos de una mano, y los tiempos llegan, y hete aquí que la chavalería montada del canadá muestra un empeño feroz en que nuestro recuerdo de Michael Schumacher no muestre mellas ni herrumbres ni oscuridades, ¡por respeto! dicen, pero el Kaiser se nos queda muy a medias sin eso que se trata de ocultar con buena voluntad y varias manos de purpurina.

Si no estamos preparados para aceptar que la gente es como es, que sin sombras las luces no resaltan, es mejor que dejemos la brocha en su estante. Ocultar la realidad no suele servir de nada salvo, acaso, para que cuando se descubra el pastel esté bastante peor que cuando lo tapamos. Michael tenía momentos excelsos, pero cuando se ponía en plan matón de barrio pocos le llegaban a la suela de las zapatillas. Y el caso es que es el mismo Schumacher aunque con sus dos caras, y no es por nada, para mí siempre será mejor recordar al heptacampeón del mundo como una pieza restaurada a la manera kintsukuroi que como una escayola pintada al Titanlux y purpurinas, con muchísima buena voluntad, desde luego.

Os leo.

1 comentario:

Antonio L. dijo...

Un gran campeón con un genio terrible que a la mínima se le cruzaban los cables. Lástima lo de su accidente que ha dejado su mente encerrada en un cuerpo maltrecho por la fatalidad.

La F1 no sería la misma sin este gran campeón con sus luces y sombras. Ojalá llegue a recuperarse y siga siendo el "cabrocete genial" que todos recordamos.

Michael Schumacher uno de los grandes, sin discusión.

Posdata.- Capitán que opinas de los cantos de sirena sobre nuestro Campeón Asturiano que a falta de otros protagonistas sigue siendo el "puto amo" del cotarro.

Un saludo de un Alonsista.