sábado, 10 de agosto de 2019

Escribir...


Esta semana me he quitado de encima un segundo libro que debía al menos desde hace dos años, lo que hace junto a Job 41.1 [No camines en la oscuridad] un total trescientas y pico páginas que tienen muy buen leer a decir de sus respectivos editores. Job se publicará este otoño —ahora mismo estoy con sus ilustraciones y planos—, el otro lo hará el año que viene, seguramente a finales...

Sí, ahorraros la pregunta, Os leo —título definitivo— todavía necesita algo de trabajo y una temperatura especial de la que carezco ahora mismo. Fernando lleva más retraso con su libro, así que voy a su cola para desesperación de Ernesto, Óscar, Javi y José Andrés, mientras Foxtrot en Babilonia va cobrando forma y adquiriendo densidad. Estamos en un islote de las Feroes, Willy necesita saber y lo último que quiere hacer el nonagenario Ingo Wakonnigg es recordar la crisis de Heracles de mediados de los noventa del siglo anterior. Testarudo como una mula, el viejo agente pretende morir rodeado de sus propios fantasmas y que le dejen en paz...

Aprendí a escribir de oído. Le habría dado un patatús al pobre Hermano Luis si llega a saber cuando me deshaució para las letras, en bachillerato, que su alumno acabaría cincelando entre 5.000 y 6.000 palabras al día que luego pule para reservar a fuego lento unas 3.700 o 4.000, de las que al final asentará 3.000 o 3.500 una vez corregidas las concordancias, las frases subordinadas, las iteraciones y los excesos. A mí también me habría dado un terele si llego a saberlo entonces...

Pienso mucho y a menudo en el Hermano Luis y su infinita generosidad de buen hombre que quiso envejecer dedidado a la enseñanza. Se me daba fatal la Lengua y Literatura con catorce, quince o dieciséis años, materia que él intentaba meternos en la mollera recuriendo a los clásicos, mayormente, salpimentada con pizcas de Baroja, Unamuno y Valle-Inclán. Si me llega a dar un Jim Clark o un Jack Brabham, o un Schumacher o un Alonso, a lo mejor, pienso, otro gallo nos habría cantado a los dos.

Sé que hay quien considera menor que en Nürbu dediquemos espacio a la Resistencia, pero la Fórmula 1 da lo que da y hay muchos que agradecen que se hable de las gestas antiguas, básicamente porque en historias como Le Mans participaban los Vettel, Hamilton y Vetstappen de antaño.

Los contratos no eran como ahora y, entonces, también había que llegar a fin de mes. La Resistencia fue más importante que la Fórmula 1 entre los sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado. Los pilotos buscaban medirse en condiciones increíbles para los cánones actuales, y lo hacían en sitios como La Sarthe. Jode que escriba sobre las 24 Horas, pues tiene facil arreglo: dejad de leerme, yo no os echaré en falta y, seguramente, los abonados al cabreo constante y la molestia flanderiana, fijo que encontraréis textos donde nadie os recuerde que todo esto se construyó en base a épicas que hoy, lisa y llanamente, no pueden ser replicadas.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jose, tú haz lo que te de la gana y sigue escribiendo, y al que no le guste que se vaya a pastar.