Viva la vida [Coldplay]

Rosberg no ha comenzado esta temporada con buen pie. Es un hecho que parece una sombra de sí mismo, o lo que es peor, una sombra del tipo que le ha ganado el grueso de la iluminación del garaje de Mercedes AMG, circunstancia que ni es buena ni mala, porque el año pasado y el anterior sin ir más lejos, era él quien parecía atrapar la luz de la estrella de tres puntas, aunque en el fondo todo era una miserable ilusión, ya que el grueso de la afición sabía de sobra que Nico había firmado para ser tarde o temprano sombra, sombra, sombra, sombra...

Pero hablando de sombras hay que considerar también sus densidades, y al respecto sí parece que la umbría que envuelve al alemán se asemeja demasiado a un encofrado de plomo, lo que resultaría en cierto modo preocupante porque podría significar que el hijo de Keke ha tirado la toalla ante la entente Brawn-Schumacher pensando tal vez en cambiar de asiento tras haber jugado una mala partida.

Soy optimista, sí, también en esto, porque podría ser que estuviéramos ante un episodio de simple cansancio, o mejor aún, ante una pausa en la que Nico trata de recobrar las fuerzas mientras brega con lo que le ha tocado en suerte este año.

Rosberg me gusta, lo sabéis de sobra, y aunque a mi humilde entender le falta el fuego tibetano que alumbraba el corazón de su padre, sin ser un superserie, es un piloto que va más allá de lo correcto y que habría merecido al menos una oportunidad seria de demostrar de lo que es capaz. Y el caso es que es un tipo al que la suerte no le ha sonreído, ni en una Williams que comenzaba su declive, ni mucho menos en una Mercedes que lejos de suponer una sonrisa, se ha ido convirtiendo en un cepo para lobos.

Nico es un jinete que necesita montura, como tantos en la parrilla, y sin un buen monoplaza difícilmente puede poner ese punto de excelencia fría que le destacó en GP2 como una firme promesa. En este orden de cosas, el W03, vehículo con demasiados altibajos en este comienzo de sesión, no parece ser a priori la herramienta adecuada para que el alemán más joven de Mercedes saque la cabeza de su envoltorio de sombras, aunque si el coche mejora, como espero, a lo mejor el rubiales vuelve a sentirse cómodo y a deleitarnos en calificación y en carrera, siquiera mojando la oreja del Gran Caimán que se sienta sobra la losa que parece querer sellar su sepultura desde que aterrizó en la de las estrellas de plata.

Después de que se cumpla mi sueño, como he dicho en alguna otra ocasión, le recomendaría que cambiase de aires, que se buscara a sí mismo en otro sitio, porque donde está ahora me temo que corre el riesgo de asfixiarse definitivamente, convirtiéndose en una oscuridad aún mucho más densa de la que se perfila ahora en el interior del habitáculo del monoplaza con dorsal número 8.