El mundo que conocíamos ha rotado sobre sí mismo, Alejandro está echando culo, y, salvo por el inevitable reemplazo de protagonistas, nadie diría que no hemos vuelto a aquella fase de nuestras vidas en que la culpa de todo la tenía el alonsismo aunque sean los antianlosistas los que, en la actualidad, siguen tirando piedras.
El asunto Honda ha sido paradigmático en este aspecto, y así, en cuanto Aston Martin anunció que fichaba por la japonesa surgieron las voces amigas que aseguraron que eso iba a significar la salida del asturiano de los cuadros de Silverstone.
El GP2 engine, GP2. Aaargh! volvió a saltar a la palestra, así como la negativa de la filial norteamericana a suministrar motores a Andretti a cuenta de las 500 Millas de Indianápolis de 2019. Era Alonso u Honda en un argumento excluyente de una de las partes, que funcionó —¿cómo no iba a hacerlo si suponía papilla de frutas para bebés?—. Bueno, funcionó hasta que Adrian Newey pisó Tierra Sagrada y fuimos comprobando que el de Oviedo era algo más que un parche en la aventura de don Lorenzo Stroll y su nueva adquisición...
Como sustitutivo de la vía muerta, surgió entonces la especie de que el fabricante de extremo oriente siempre pone un piloto japonés en los equipos con los que colabora, y, claro, el único nipón de la parrilla era el bueno de Yuki (continúa siéndolo), y dale: Honda y Aston Martin, y Tsunoda como compañero de Stroll junior en 2026, pues el hijo de Claire-Anne supone una ficha inamovible, como conocemos de sobra. Y así dos años llevamos, con el hype añadido del ascenso del de Sagamihara a Red Bull en 2025, en sustitución de Lawson, movimiento que muchos vieron como un salto necesario que preludiaba su inevitable (¿?) cambio de colores en el mono...
En todo este periodo se ha machacado impunemente y sin compasión la imagen pública del bicampeón español, a base de escupitajos, dudas, bulos o cosas peores, pero el Nano es mucho Nano y, además, goza del don de la paciencia.
El tiempo ha ido poniendo a cada cual en su sitio. El GP2 engine! ya no es relevante, si es que alguna vez lo fue, por ejemplo; los japoneses no son esos seres vengativos que nos vendieron con la katana apañada bajo el harakami; ahora sabemos que Yuki Tsunoda cae en combate para dejar sitio al más prometedor Isaak Hadjar, pero la vida sigue, que decía aquél, incluso para los abonados a las manidas tragedias antialonsistas que jamás se concretan.
Os leo.

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