El infantilismo nos azota como la peste negra hizo con la vieja Europa allá como en el siglo XIV. Mira que es bruto nuestro deporte, cruel y desmedido la mayoría de veces, aunque los párrocos de lo nuestro insistan en que sigamos líneas rectas terminadas en punta de flecha.
Así como cazamos al bueno de Zak en 2024 [Los alicientes] y vimos con antelación que la compra de McLaren por el fondo soberano de Bahrein (Mumtalakat Holding Company) tenía que beneficiar en algo a Toto [Wolff vende parte de su participación en Mercedes F1 al CEO de CrowdStrike], bien podemos continuar por el sinuoso camino de la especulación económica, y entrever que, contrariamente a lo que nos aseguraban los púlpitos hace como quien dice nada, se acabó la fiesta para Woking el año que viene, pues en 2026 tocará pagar los servicios prestados por Brackley.
También es verdad que Mercedes AMG ha salido ganando en lo deportivo, cosa nada desdeñable que resultaría estúpido negar.
A ver, con Hamilton camino de Ferrari o ya vestido de rojo, y un coche al que se le seguía atragantado la Normativa estrenada en 2022, Wolff aliviaba presión a su escudería durante el 24 y 25 permitiendo que los focos iluminaran al equipo cliente y su estrella emergente —no, Piastri no, el otro—, algo que, a su vez, facilitaba ahorrarse unos dinerillos en desarrollo y que Mercedes-Benz mantuviera el tipo ganando dos mundiales consecutivos, mientras se abría un generoso espacio para ir preparando minuciosamente las cosillas de la temporada próxima sin tanto agobio como el que llevan encima Milton Keynes y Maranello, por citar dos ejemplos.
No es seguro que Brackley gane en 2026 —ya hablaré de este aspecto en mejor ocasión—, pero lo que sí lo parece es que la anglo-germana contará con la ayuda de Woking en la pista y los despachos, básicamente porque en F1 los favores siempre se pagan [Aprenda de la mafia (Louis Ferrante)].
It’s not personal, it’s strictly business...
Os leo.

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