martes, 14 de mayo de 2019

Y la vida pasa


Lance Stroll goza de eso que vulgarmente denominamos «flor en salva sea la parte». En realidad todo consiste en la abultada billetera de su padre y el pastizal que invierten sus empresas en publicidad. Todo el mundo lo sabe y calla o mira para otra parte. 

En fin, hay muchos pilotos que están muy por debajo de las expectativas que levantaron en su momento y resulta más productivo afinar la plumilla con ellos que con el canadiense, ¿dónde va a parar? El caso es que en su tercera temporada en Fórmula 1 sigue igual que en la primera: emitiendo partes de guerra en los que la culpa suele tenerla el enemigo, y aquí recuerdo que Felipe Massa se sintió molesto con Lance porque éste tuvo la ocurrencia de no reconocer lo que le había ayudado el paulista, y esto me lleva a las declaraciones de este pasado viernes por la tarde en las que Stroll y Pérez, hablando del mismo RP19 parecía que hablaban de monoplazas distintos...

Tenía razón Checo, claro. Pero a lo que vamos, contumaz, impermeable ante lo que sucede alrededor, nuestro bravo protagonista vive en una burbuja, su burbuja, y puesto que no está sujeto a rendimiento ni teme porque alguien le quite el asiento, no sé, un Esteban Ocon, por ejemplo, se dedica a crecer como piloto pero a su ritmo, si es que podemos denominarlo así.

Cata y yo ejercemos de autónomos, emprendedores que se dice ahora, y de vez en cuando nos rompemos los dientes con algún cliente o proyecto porque la historia no es tan bonita como nos la cuentan los políticos o los economistas, y el caso es que después de un morrón de estos, una de mis cuñadas nos sermoneaba con que en la vida laboral hay que saber medir muy bien los riesgos (sic). A ella le buscaron el puesto de trabajo mis suegros, un buen puesto de trabajo, para que nos entendamos, de esos que duraban hasta la jubilación, e imagino que la medicion del riesgo de la que nos hablaba tenía que ver con su propia experiencia, porque se mire como se mire, supone muy arriesgado elegir entre coche o transporte público para llegar al curro que te han encontrado papá y mamá.

Pienso que a Lance le pasa esto mismo que os acabo de contar. Todavía no le ha cogido el puntito a tener que luchar por hacerse un hueco entre iguales o parecidos. Carece de perspectiva vital y su zona de confort es extensa como el desierto del Gobi, de forma que ha aceptado sin tensar un músculo el papel de producto de la Factoría Stroll. Don Lawrence se encarga de todo. Si lo de Williams pintaba viaje a ninguna parte compramos una escudería nueva y sentamos en ella a un chaval que no ha comprendido todavía que desde que un piloto se mete en el habitáculo asume obligaciones de búsqueda de liderazgo o de superar al compañero, o incluso de dejarse ver por si hay suerte y le acaba contratando Red Bull, Ferrari o Mercedes AMG...

Stroll (hijo) es feliz así. No tiene alicientes ni expectativas más allá de lo que decíamos antes: crecer a su ritmo porque se lo permiten, todos, incluso la prensa mansa. Y así las cosas, la vida pasa...

Os leo.

1 comentario:

Elín Fernández dijo...

Hola, José. Me dan ganas de enviar esta entrada a la dizque periodista o especialista de apellido Mercado, que radica en Montreal. No he visto una lamebotas de este muchacho y su padre como ella. Pero me tiene bloqueado, jejeje...