miércoles, 22 de mayo de 2019

Los coches de Alonso


El aire está tan enrarecido en el interior de la cueva que a los vociferantes se les está olvidando que todo el mundo se refiere al fracaso de Alonso en la Indy 500, cuando hasta el jueves pasado el asturiano sólo era una parte minúscula de los equipos en que estaba integrado.

Hoy no hay coche, no hay equipo para excusarle como les ocurre a otros. Fernando corre con los gastos porque tiene unas espaldas tan amplias que se atreven a columpiarse en ellas hasta los más necios. Manda narices que sigamos con esto. Gil de Ferran le ha pedido perdón, Zak Brown nos contaba de qué había ido la aventura, Bob Fernley es historia —normal que este pasado fin de semana haya sido el que recuerdo que más palos de ciego he dado intentando justificar lo que carecía de explicación—. Oriol Serviá ha alabado su comportamiento, Antonio García ha llamado botijo a ese enjendro con el que el asturiano se empeñó en pelear a batalla perdida...

Da lo mismo. Lo triste es que siempre da lo mismo.

Entre la retórica hueca de los que dicen que si hay que dar palos al de Oviedo se le dan y no pasa nada, pero le dan y le siguen dando; y los otros que advierten que los coches no son suyos, que hay una fábrica detrás, que todos ganan y todos pierden, pero el que pierde siempre es él y como es el caso, el McLaren del asalto a la Indy resulta que sí era suyo y nadie levanta el dedo para decir que no, que éste tampoco le pertenece...

En el corta y pega se nos va la vida. Se nos llena la boca alabando auténticos cabronazos que hicieron de la Fórmula 1 lo que era hasta anteayer, que ahora lo que viste es la exigencia de humildad, de vasallaje, de servidumbre. Y se nos pasa, como está ocurriendo en estos momentos, que es mucha casualidad que los coches de Alonso sean siempre los que le hacen morder el polvo. Digo yo: ¿no será que se le está esperando siempre con la recortada lista para disparar?

Os leo.

1 comentario:

Antonio L. dijo...

Un niño con recursos familiares muy limitados emprende un desafío mayúsculo para lograr sus sueños. Pronto aprende que ha de ser el mejor porque si no es imposible continuar en la senda marcada. Lucha con lo que tiene, casi siempre (por no decir siempre) con un material peor que el de sus contrincantes pero su talento pone ese plus que le falta al vehículo que conduce.

Los equipos se fijan en él y le dan una oportunidad, solo una, por cada categoría en las que va creciendo como piloto. Si no gana a casa y si gana a seguir con el sueño.

Después de demostrar que es posible lo imposible para el resto de pilotos bajo la lluvia en Spa-Francorchamps, ya nadie puede dudar de su talento y es por esta razón por la que consigue (convenciendo en una prueba también bajo la lluvia) un asiento en un equipo humilde pero grande de corazón.

Lucha con los mejores y les vence y esto saca de sus casillas a los entendidos que no saben como es posible que un talento tan grande no provenga de las tierras de más allá de los Pirineos hacia el Norte, el Sur no existe para ellos.

En un momento dado y después de conseguir su máximo sueño por duplicado, atiende a los cantos de sirena que le hacen escoger un camino de baldosas relucientes que le van a llevar al olimpo de los dioses. El infortunio se pone en marcha y a partir de aquí parece que le ha mirado un tuerto y que no hay manera de enderezar el rumbo.

Su carácter indomable le hace perseguir constantemente sus sueños, pero el tuerto ha hecho bien su trabajo y no nada puede contra las adversidades.

Creo que la constancia es el éxito ante los fracasos y yo creo que todas estas piedras en el camino van ha hacer que valoremos más lo éxitos pasado y futuros de nuestro campeón, un genio llamado Fernando Alonso.

Un saludo de un Alonsista.