miércoles, 5 de julio de 2017

2007, balada triste [V]


La imagen es lo suficientemente elocuente como para que nadie cuestione si Alonso se había vestido de manera provocativa, si opuso suficiente resistencia o si se lo había buscado. Un tipo que no debería estar ahí se ha empeñado en hacer acto de presencia incluso insultando por radio a su jefe, y el equipo lo está esperando. No hay más.

Lo habíamos dejado en que las extra-lap de clasificación se repartían de manera alterna desde Canadá [2007, balada triste (IV)], que en Hungría le tocaba a Alonso la vuelta buena y que después del Gran Premio de Europa, Hamilton la necesitaba como agua de mayo porque en verano no había sido capaz de despegarse lo suficiente del asturiano...

Aquí radicaba el problema. Incluso sometido a situaciones inverosímiles o de muy difícil explicación, el piloto número 1 de McLaren sacaba la cabeza en los momentos más inesperados para golpear con contundencia a su más inmediato rival; más si cabe, si a éste le daba por mostrar la yugular tratando de marcar diferencias reglando su coche sin ayuda (¡de qué nos sonará esto!).

Sea como fuere, Lewis actuará en Hungría como un perfecto hijode..., perdón, perdón, quería decir como en Mónaco. El hombre de equipo encuentra pie en la manifiesta vulnerabilidad de Dennis —la prensa británica y la FIA lo están poniendo fino a sartenazos—, y creyendo que sigue estando por encima de lo divino y lo humano tratará de imponer por la fuerza una situación que estallará en las manos de todos.

Fernando, con una serenidad y una frialdad que saca de sus casillas al piloto británico, reclama explicaciones al muro porque no le han puesto los neumáticos pactados (blandos, en vez de los duros que le han metido a su coche), mientras el tiempo corre en contra de su compañero y de quien ha permitido que a Hamilton sí se le esté esperando con las gomas adecuadas para hacer una extra-lap que no le toca...

El resto es tan grosero que no merecería ni dos líneas, pero vamos a extendernos un poco con ello:

El de Oviedo hace la pole y el de Tewin se queda con las ganas. Fernando pone en pública evidencia su malestar ante Ron a la salida del pesaje, supongo que por calzonazos. Hamilton ha reventado a McLaren y si Dennis lo tenía jodido con la prensa y la FIA, a partir de ese instante comenzará a caminar sobre un campo de minas. El patrón da una rueda de prensa donde explicará lo sucedido, con Alonso a su lado comiendo una manzana...

Es evidente que Ron intenta suavizar la tensa situación creada por el hijo del viento, pero no cuenta ni con la arrogancia de éste ni con la de su padre, quienes al atardecer originarán una situación más surrealista si cabe que la vista con la grúa en Nürburgring. Anthony Hamilton, sí, leéis bien, deja con el culo al aire a Dennis y apoyado por el comisario Tony Scott Andrews solicita una investigación a Charlie Whiting, quien ve bien y normal que el padre de un piloto se persone como reclamante de una cosa tan seria.

Los hechos se desencadenan en cascada a partir de ahí. FIA investiga, o mejor dicho: hace que investiga, y sin artículo del reglamento al que agarrarse y, desde luego, entrometiéndose en el ámbito de actuación exclusivo de una escudería —por primera, última y única vez, que yo recuerde—, sanciona al español por conducta antideportiva y le mete cinco puestos de retraso en la parrilla...

La exquisita prensa británica aplaudió tan sabia decisión y en España se defendió igualmente, todo normal, vamos. Seguramente Alonso, como buena víctima, tenía que haberse dejado hacer, en todo caso, ser el primer piloto, tener derecho a la extra-lap o a exigir que se cumpliesen los planes de trabajo, resultaban papel mojado en el seno de McLaren, un entorno del que se decía: protegía como en ningún lugar sobre la Tierra la igualdad de oportunidades entre pilotos porque era una de sus más arraigadas señas de identidad. ¡Nos ha jodido mayo con las flores!

Hamilton, armado con los reglajes y las telemetrías de su compañero, se impone en Hungría. Los medios jalean la evidencia de lo rematadamente bueno que es su chiquillo mientras sustantivan la perfidia de un hidalgo español que sólo sabe ganar haciendo trampas. Y así hasta hoy, que no os lo perdáis, todavía hay quien defiende que la fotografía de entrada y lo que retrata, son un montaje...

Esto último es un poco exagerado, lo confieso, aunque lo del imperio de la ceguera selectiva sea desgraciadamente cierto.

Os leo.


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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá el Nano tarde mucho en retirarse de ese mundo, pero espero que,llegado el día,saque sus memorias y cuente con pelos y señales los días vividos del 2007. Alguno seguro que se traga sus palabras en contra del asturiano inmortal

DeLorean dijo...

Tengo mala memoria, pero aún así, si mal no recuerdo o he leído mal, te falta una parte que has omitido. Fue Ron Dennis quien le ordena a ALO quedarse donde está para que a HAM no le dio tiempo a hacer su vuelta. Esa es la visión que tengo de aquello, es decir, la de Alonso cumpliendo órdenes por lo que no ha lugar a sanción en lo que supone la mayor canallada hacia un piloto. La pantomima del padre y demás es uno de los momentos más vergonzantes que recuerdo. Aunque ya digo que tengo mala memoria. (Solo me falta la buena salud para alcanzar la felicidad!). XD
Un saludo

enrique dijo...

Cuan sano es hacer memoria. Gracias!!

Keskus dijo...

Seguramente Alonso siga sujeto a contratos de confidencialidad respecto a ese año. Algún día todo verá la luz, Alonso no es de los que se callan las cosas

LAN dijo...

Tan jugosas como las memorias de Fernando respecto a 2007, serían las de Ron.
Con la perspectiva del tiempo, seguro que se ha arrepentido de sus decisiones en esa fatídica temporada, y sus posteriores consecuencias.
Y a nosotros, ¡quién iba a decirnos que veríamos a Lewis abandonando a su mentor, a éste recuperando a Fernando para el proyecto Honda y acabar siendo expulsado de la McLaren de su vida!

Lady Adhyra dijo...

"si Alonso se había vestido de manera provocativa, si opuso suficiente resistencia o si se lo había buscado"... Fuegos de artificio, maniobras evasivas que al final se tienen que rendir a la evidencia de una fotografia que captura el momento como sucedió, antes de ser distorsionado dentro de una narrativa.