Tú mentiste primero

El otro día presencié en Marina Bay cómo un tetracampeón del mundo hacía de niñera por el paddock con los hijos de su patrón, y sentí una profunda convulsión en la fuerza. Ayer me contaron que después de la carrera, el mismo tipo justificaba su éxito en Singapur en base a que un segundo antes de que el semáforo se pusiera en verde, tocó tres botones de su volante en lo que resultó una decisión crucial. 

A lo peor era que tres segundos antes de la arrancada, el asceta tocó un sólo botón, pero en todo caso, os juro que vi en el firmamento a la estrella de la muerte apuntando al planeta Tierra.

Hoy he sabido que el de antes afeó a su equipo en el momento de la celebración, recomendándoles encarecidamente que además de su nombre y su indiscutible posición, se pusieran también el de su compañero y el tercer puesto conseguido por éste. Y lo cierto es que alguien se equivocó o tuvo prisa, y en el panel de los cogieron aparecía un sólo apellido con dos posiciones, así en plan trinidad coja, y en esto que Yoda me dice: Equivocado es. Pero viene el aludido y confiesa: «Prefiero estar con él en el mismo equipo y que gane y yo sea tercero, a que esté en otro equipo que no sea Ferrari...»

¡Glups. Nos vamos a la mierda. Los mayas tenía razón aunque a todas luces se equivocaron de fecha!

Instintivamente recalo en aquellas historias que nos contaron cuando infantes: James y sus enfermeritas, o sus monumentales borracheras; Tazio y sus cojonazos; Steve y su tabaco; Michael diciéndole a Eddie que su hermana no se toca; Bernie buscando al gran Nelson entre las sábanas de todos los hoteles de Montecarlo, o al brasileño zumbando a Eliseo porque le había sacado de la pista; o Didier jugándosela a Gilles en Imola; o al pobre Alain saliendo por patas de Renault para caer en las redes de Ron en McLaren y de allí a la gloria, total, por un affaire con la mujer de su jefe...

Y tal que en una jornada en que estrenamos otoño, cuando todavía resuenan aquella palabras que pronunció herr doktor Marko tras el Gran Premio de Malasia —«Es complicado demostrarlo, pero estoy casi totalmente seguro de que Mercedes ayudó a Ferrari. Y todos sabemos por qué»—, medio planeta sigue buscando la urdimbre que explica cómo Mercedes AMG ha caído tanto cuando tanta falta le hacía a Maranello, y en mi cabeza resuena el genuino ¡No! que profirió Max cuando la del tonto Tost le dijo por radio que dejara pasar a Carlos.

Bien por el pequeño Verstappen, y sé lo que digo. Y mal por nosotros, por andar repartiendo ositos de peluche por buen comportamiento a ese jabato madrileño que necesita que alguien le diga lo que le dijo Luis a su padre: «¡Trata de arrancarlo. Trata de arrancarlo, trata de arrancarlo Carlos, por Dios. Trata de arrancarlo... Cagüen su puta madre!»

El fair play es una mentira, ya no quedan hombres ni caballeros en el paddock. Todo son biberones y buenas maneras. Tenemos al ogro asturiano y a un Pastor renovado por Lotus, pero Teto se ha caído y acumulamos suficientes papeletas como para que a Sáinz le hagan un nuevo Alguersuari, así que alguien tiene que decirlo: Carlos, empieza a repartir hostias como panes desde ya mismo porque esto es Fórmula 1, y si Max se queja, dile aquello de tú mentiste primero.

Os leo.